Carolina Hernández
Empiezo con una pregunta: ¿qué hubiera pasado si en 1968 la matanza que cometió el gobierno no hubiera sucedido: tendríamos un país peor? Es decir, ¿nos hubiéramos tardado más en darnos cuenta de cómo se vivía y de la represión?
Se dijo mucho que el gobierno usó los Juegos Olímpicos para disfrazar un país y mostrarlo al exterior como si fuera un gran país próspero. Imaginen que no sucede la matanza del 2 de octubre. ¿No nos hubiera llevado a un lugar peor quizá?
Ariel Rodríguez Kuri
Hace quince años le hice a Gilberto Guevara Niebla una pregunta similar: ¿Qué hubiera pasado si los Juegos Olímpicos de 1968 hubieran sido exitosos, el movimiento estudiantil asimismo exitoso y no hubiera ocurrido la matanza del 2 de octubre? Brincó en su sillón, volteó a verme y me dijo: “La transición”.
Quisiera matizar. Por una parte los Juegos Olímpicos no fueron una mascarada del régimen; fueron, genuinamente, la conclusión de un larguísimo proceso modernizador. Fuimos sede olímpica porque se propuso la sede desde el subdesarrollo, no desde la bonanza. Era la posibilidad de salir al mundo en los términos de un país subdesarrollado en medio de la Guerra Fría. Creo que ha sido mucho más imaginativa la concepción de los Juegos Olímpicos, por ejemplo, que las ideaciones de los historiadores y científicos sociales al caracterizar de modo reduccionista los sesenta y los setenta. La historia encuentra caminos insospechados. Aparece una protesta con adolescentes de 14, 15, 16 años contra la brutalidad policiaca. Eso desencadenó un movimiento de época que se sumó a los Juegos Olímpicos. Y esa comunión consagra nuestra propia modernidad. Tengamos mucho cuidado al evaluar lo que perdimos: hay que ver qué perdimos y en qué magnitud lo perdimos.
CH
Eso me lleva a otra pregunta. ¿Qué tenían los estudiantes en el 68? ¿Por qué antes salían a las calles a hacer lo que quisieron con el costo tan altísimo que fue el 68, y a pesar de ese costo volvió a pasar en el 70? Había un deseo muy genuino y muy activo de cambiar las cosas.

Gilberto Guevara Niebla
Algo que nos falla mucho al analizar el 68 es atribuir a los estudiantes de entonces una conciencia política que no tenían. Lo que vivimos fue el choque de una generación con un fuerte sentido antiautoritario, que no tenía nada de política, nada que ver con el marxismo o con el maoísmo. Fue un movimento espontáneo y desatado, sobre todo, por la intervención de las Fuerzas Armadas. A medida que se agredía a la Universidad y al Politécnico, los jóvenes reaccionaron con protestas masivas. Yo me pregunto qué tanto el 68 fue producido por una provocación militar y qué tanto fue producto de la rebeldía estudiantil. Porque el conflicto inició con una querella callejera entre estudiantes y policías. Y resulta que, tres días después, sin que nadie lo imaginara, apareció el ejército. Subrayo la distancia entre una querella entre policías y estudiantes y la aparición de tropas marchando por el centro de la ciudad, ocupando escuelas: es una absoluta desproporción. Un movimiento detonado por la acción de las autoridades.
CH
Si no hubiera sucedido esta represión, ¿el movimiento hubiera transitado de una manera muy distinta? ¿Quizá se hubiera tratado sólo de estudiantes uniéndose a un partido o ingresando al sistema de partidos?
GGN
No. La idea de partidos políticos ni siquiera aparecía en la cabeza de los estudiantes del 68. Los estudiantes habían sido agredidos y protestaban como cualquier grupo de jóvenes contra la policía. Y de repente hay una reacción exagerada. Prácticamente después de que el ejército entra a la Universidad todos los universitarios estaban reclamando unánimemente contra el Estado.
ARK
Yo estoy de acuerdo. La protesta estudiantil de 1968 tiene una gran dosis de espontaneidad, está definida por la manera en que los propios estudiantes —en principio sobre todo los de bachillerato— desbordan las capacidades de control de la policía y por un llamamiento atrabancado a que el ejército cumpliera la labor que no estaba cumpliendo la policía en la ciudad de México. Entre el 26 y el 30 de julio los estudiantes ganaron a los policías la calle y los espacios aledaños a las escuelas. Sigue siendo una suerte de misterio historiográfico: ¿es porque apareció el ejército el 31 de julio con las consecuencias que señaló Gilberto? Porque lo llamó el gobierno, aunque no sabemos si fue un llamado directo de Díaz Ordaz —como se esperaría en tanto jefe supremo de las Fuerzas Armadas— o si fue un llamado desde la Secretaría de Gobernación. Lo claro es que fue una maniobra desde el aparato civil del Estado mexicano, utilizando especialmente a una rama del ejército que hoy por fortuna no existe: el Estado Mayor Presidencial. Era el cuerpo más confiable del presidente de la República; la misma que dispuso los francotiradores en Tlatelolco quizá en connivencia con la Dirección Federal de Seguridad. Por eso 1968 es complejo, precisamente porque a veces es más simple de lo que suponemos.
En resumen: una protesta antiautoritaria cuya vanguardia fueron unos muchachos muy jóvenes a los que luego se sumaron los estudiantes del Politécnico, de la Universidad, de la Ibero, etcétera. Ellos pusieron al gobierno contra la pared con una serie de demandas que, si las lee uno hoy día, son muy poco políticas, salvo en el reconocimiento de que la propia autoridad no estaba respetando los derechos constitucionales ejercidos en la calle. De ese tamaño es la radicalidad y la moderación del movimiento estudiantil de 1968. Claro, hay un deadline en la lógica del gobierno: el 12 de octubre, la inauguración de los Juegos Olímpicos.
CH
¿Con la matanza de Tlatelolco la sociedad dimensiona el nivel de brutalidad al que puede llegar el gobierno? ¿Qué oportunidad se perdió ahí? Porque el ejecutor, haya sido Echeverría o haya sido Díaz Ordaz, es decir el PRI, continuó treinta años más. ¿Tanto nos tardamos como sociedad en entender esas dimensiones? Hasta pasados treinta años tuvimos cierto atisbo de democracia, por lo menos alternancia en el poder. Entonces, ¿se perdió esa oportunidad porque nos tardamos treinta años?
ARK
No sé si se perdió una oportunidad pero no nos tardamos treinta años: la reforma política fundamental es de 1978/79. Fue la que pacificó al país en buena medida. Tomó diez años: es el pecado de Echeverría no haber adelantado esa reforma. Por eso digo que a los setenta no hay que interpretarlos como resultado lógico del 2 de octubre.
Hay que tener cuidado, también, cuando decimos que el 2 de octubre estremeció a la sociedad mexicana. Estremeció especialmente a los universitarios y a una parte de la conciencia mexicana más allá de las universidades, pero no estoy seguro de que esté en la memoria del mexicano común. Ésa es la verdadera tragedia del 2 de octubre: no necesariamente es el parteaguas que queremos atribuirle. Yo diría que es mucho más importante para el estallido y generalización de la violencia política, clandestina, armada, el 10 de junio del 1971 que el 2 de octubre de 1968.
CH
Entonces, ¿hemos sobredimensionado el 68?
ARK
Sí y no. El 2 de octubre no modificó los hábitos políticos de buena parte de la sociedad mexicana, incluyendo su clase política; no, inisisto, si tomamos como medida el modo en que se modificaron esos hábitos políticos en términos democráticos. Con la reforma de 1978 el PRI siguió como el centro del debate político y del poder. Debe entenderse que entre 1971 y 1972 Echeverría no solamente tenía el apoyo de todas las fuerzas vivas del país con la excepción de algunos grupos, sino de los intelectuales más importantes que declaraban abiertamente en su favor en 1971. Octavio Paz, Carlos Fuentes y muchos otros —luego disidentes o críticos del echeverriato— declararon en favor de Echeverría. En una perspectiva mucho más amplia, en 1968 hablamos de más o menos 200 000 universitarios en el país, una cifra pequeñísima. El gran boom de la educación universitaria en México es la que posibilita Echeverría: la universidad de masas es más de los setenta que de los sesenta.
CH
¿Entonces sí sobredimensionamos ese movimiento que costó tantas vidas, que fue tan caro en ese sentido, y no estamos viendo en estas épocas el impacto real que tuvo?
GGN
Yo pienso que fue un movimiento espontáneo. La espontaneidad es algo muy elemental, rudimentario, difícil de juzgar políticamente. Lo que teníamos en 1968 eran chicos a los que les gustaba el rock&roll, que vestían un poco estrafalario, que se dejaban el pelo largo y que eran enemigos típicos de la policía. Y cada vez con más frecuencia había represiones de la policía contra ellos. Es más, te veían con un libro en la mano y te perseguían, pero ese chico perseguido no tenía en la mente ni al PAN ni al PRI ni al Partido Comunista Mexicano. Era gente que sólo vivía su vida familiar y que aspiraba a terminar su carrera y a mejorar su condición social.
Ahora, ¿qué pasó a lo largo del movimiento, que duró de julio a diciembre? En ese proceso cambiaron mucho las cosas, sobre todo después de Tlatelolco. Fue un acto brutal no tanto por el número de muertos, que nunca se supo con exactitud, sino por el impacto psicológico que tuvo sobre la gente. Los chicos reaccionaron con terror a Tlatelolco. El movimiento se encogió a partir del 3 de octubre: miles de muchachos huyeron, los que tenían dinero viajaron a Europa. El movimiento se contrae en fuerza, se disminuye y, por otro lado —y esto es algo muy extraño—, se radicaliza. La Dirección Federal de Seguridad de aquella época infiltró gente. Sólo falta la evidencia pero muchos de los que estuvimos en el Consejo Nacional de Huelga supimos con claridad que había habido esa infiltración. En el núcleo que dirigí, que era de doscientas personas, aparecían de repente estudiantes con armas, se hablaba un lenguaje de lucha armada, se buscaba convocar a los estudiantes a enfrentar a la policía. El movimiento había empezado defendiéndose de la agresión policiaca y al final los estudiantes eran los que agredían a la policía.
Entre este abandono provocado por los excesos de los grupos radicales y por provocadores, y el hecho de Tlateloco, el movimiento se desmoronó. Para diciembre de 1968 quedaban muy pocos grupos actuando en asambleas. Pero aquí hay algo muy importante. Yo estuve en la cárcel desde el 2 de octubre del 68 hasta el 71 y al salir fui a ver a los líderes estudiantiles, y eran los más intransigentes y radicales. No tenían nada que ver con nosotros, eran revolucionarios, ya militaban en la Liga, no todavía en el Partido Comunista, en el partido trotskista, en el partido maoísta. En esos meses, en esos dos años y fracción, las vanguardias estudiantiles se radicalizaron y crearon brigadas que iban a los barrios pobres de las ciudades a politizar a los colonos, a campesinos de ejidos. Por todo el país estallaron luchas de barrios populares, de colonias agrícolas que protestaban contra el gobierno, que luchaban por el agua, por la tierra, por los salarios. Ahí el movimiento estudiantil perdió su centralidad y la centralidad pasó al pueblo. Yo me preguntaba: si hacer una manifestación es algo muy difícil, cómo es posible que estos colonos hagan una manifestación, que en este otro barrio haya brigadas. La furia, el coraje, se pasó al pueblo y así tuvimos un país con fábricas, sindicatos, grupos muy radicalizados en las empresas.
El 68 educó políticamente al país pero en el sentido negativo, no en el democrático: lo radicalizó. La izquierda que capitalizó todo ese descontento fue una izquierda radical y por eso pasó lo que pasó, por eso el populismo entre otras cosas. El populismo no es un invento de López Obrador, es de una izquierda rabiosa, resentida, irracional. En todo ese periodo no hubo racionalidad ni sensatez ni prudencia ni partidos políticos, nada de eso: hubo lo que hubo, una revolución silenciosa que monopolizó López Obrador.
CH
Pero ¿qué oportunidades dejó este movimiento? ¿Se perdieron esos avances o perviven? ¿Hay una esperanza de que fructifiquen de alguna manera?
ARK
Creo que la sociedad en su conjunto se vio, si no subvertida, sí agitada en términos de enormes novedades organizativas y programáticas, que demandan cosas vinculadas a la vida cotidiana de la colonia, del sindicato, del ejido. Eso tuvo un éxito yo diría pausado pero a la larga muy importante. Si uno lee algunos documentos gubernamentales de la época de Echeverría, incluso de López Portillo, en el gobierno se identifica una gran ansiedad respecto a lo que describe Gilberto. Ahí hay un saldo muy positivo para la educación política de la sociedad mexicana y tiene que ver con la paciencia horizontal: la paciencia de ir por luchas pequeñas, esas que pueden ganarse. Por eso es un error descomunal atribuir el populismo al solo temperamento de Echeverría o a su sola falta de imaginación o a su sola ignorancia, como algunos historiadores postulan. De hecho, a su manera autoritaria y matona, Echeverría entiende muy bien el timing de los acontecimientos de los setenta y sabe que esas respuestas obligan a la expansión del gasto, a nuevas alianzas internacionales. Algunas salieron bien y algunas mal. Era una salida respecto a una insurgencia generalizada, ya no de las universidades, sino del campo, de las fábricas, de las colonias populares. Suponer que el populismo es una distorsión de la política es un error teórico y empírico. Nos guste o no nos guste un candidato o una postura, aplicar la noción de populismo no explica nada sustancial, ni sobre ese político ni sobre su propuesta.
Algo claro de la década de 1970 es que la reforma político electoral se tardó: no la hizo Echeverría en medio del boom de las organizaciones políticas clandestinas, la hizo López Portillo para desmovilizar a esas organizaciones; tuvo éxito porque la legitimidad de la disidencia armada desapareció. Sólo regresó con otro discurso, con otros interlocutores y en otras circunstancias globales, me refiero al zapatismo. Los presidentes de la década de los setenta tienen muy mala prensa (con algo de razón), pero es cierto que tenemos poca aceptación de lo que objetivamente se gestó: diría —y lo suscribo— prosperidad y crecimiento económico. En los setenta muchos indicadores son mejores que en los ochenta y en los noventa: ingreso familiar, bienestar de la población. Y esto, me parece, es fundamental.
CH
Pero vuelvo a la pregunta. ¿Se perdió o no una oportunidad histórica?
ARK
La historia siempre presenta alternativas, no hay una única manera. Se perdió la oportunidad de formalizar el diferendo social, las contradicciones de la sociedad mexicana, con una reforma política que evitara la sangre que corrió. En ese sentido la ausencia de una reforma política a inicios de la década retrasó la discusión pública sobre las políticas económicas de Echeverría. Faltó el matiz de la discusión pública al respecto; el desarrollo mexicano no hubiera sido muy distinto, pero el tono de la conversación pública alrededor de ese desarrollo y sus formas sí lo hubiera sido.
CH
Hay cambios sutiles en la política, es decir, podemos aspirar a que haya cambios así. Volvamos a esos treinta años que nos tardamos. La alternancia partidista en que se vio reflejada esa reforma fue una forma sutil de transición. Lo dejo entonces como pregunta, como esperanza: ¿podríamos transitar en este momento de una manera sutil a otra forma de gobierno?
ARK
Lo digo de otra manera: ya se transitó y no nos dimos cuenta. Ésa es otra posibilidad. Lo que quiero decir es que los programas de Echeverría y López Portillo en los setenta no son radicalmente distintos a los de países en las mismas condiciones. Lo distinto es el contexto político y la toma de decisiones. Pero hay algunas paradojas que no hemos acabado de resolver: si uno nos escucha incluso hoy aquí olvidaría que los setenta en México fueron de una riqueza cultural e ideológica que nos permitía ir a cualquier librería y conseguir algo casi sobre cualquier tema, incluyendo cómo tumbar al gobierno en curso. Había libertad en términos de lectura, en términos de imaginación política; no en la práctica de la política, tampoco en los medios de comunicación ni en la prensa escrita. Pero había una enorme conciencia que se debe no sólo al 68: libertad intelectual para el pensamiento. Esa paradoja tenemos que ajustarla a nuestra idea de autoritarismo porque algo no cuadra en nuestra imaginación del pasado.
CH
¿Algo se perdió en el 68? ¿Una lección que no aprendimos? ¿Una transición como tenía que ser? ¿Y estamos bien con eso?
GGN
1968 no fue una experiencia democrática que dejó una herencia democrática. 1968 derivó hacia el radicalismo extremista armado. Las guerrillas de la época no serían explicables sin el 68. Incluso el levantamiento zapatista de 94, aun si tardíamente, va en la misma ruta: una ruta antidemocrática violenta que pretende cambiar el país por las armas. Si reflexionamos y revisamos la prensa de estos últimos 65 años, podríamos sorprendernos.
Hablando de partidos, nunca hemos tenido un partido democrático, aunque todos soñamos con ese ideal, con el momento en que habría podido surgir un partido democrático. No existe, no existía y no existió. El PAN defendió ideas democráticas en su momento y luego se corrompió. Ninguno de los demás partidos ha sido democrático, ninguno, ni el de Heberto Castillo. ¿De dónde va a salir una cultura democrática? La democracia no es libertad, es un proyecto de sociedad: cómo hacer una sociedad que no sólo se autogobierne sino que además sepa construir los satisfactores básicos para los mexicanos. Democracia social, democracia con justicia. Necesitamos empezar desde cero.


