Excepto por buenas razones

Como los bandidos son muy mujeriegos, y tanto su orgullo como su misma calidad de bandidos requieren semejantes manifestaciones de virilidad, el papel más frecuente de las mujeres en el bandolerismo es el de amantes. Los bandidos antisociales pueden complementar sus apetitos sexuales con la violación que, en determinadas circunstancias, garantiza el silencio de las víctimas. En el Diario de un guerrillero latinoamericano (Montevideo, 1968), al incorporarse a la partida de guerrilleros una joven colombiana da testimonio: “Nos dijeron que nos hacían eso para que la vergüenza nos impidiera hablar y para demostrar lo que eran capaces de hacer”.

No obstante, ya dijo Maquiavelo hace mucho tiempo que tener tratos con mujeres es un buen medio de hacerse impopular, y los bandidos que dependen del apoyo o de la connivencia de las gentes deben poner coto a sus instintos. En la banda de Lampião era norma que las mujeres no debían ser violadas jamás (“excepto por buenas razones”, o sea, como castigo, venganza y propósito de aterrorizar).

Fuente: E. J. Hobsbawm, Bandidos. Traducción de María Dolores Folch y Joaquim Sempere. Ariel, Barcelona, 1976.

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