La muestra “En memoria del barrio”, presentada en la galería de El Colegio Nacional el 4 de abril, devela y explica un fenómeno que es secreto público. En julio de 2023, al principio de la investigación que la originó, mi asistente de investigación, Fernando Moreno Trejo, y yo pensamos que habíamos descubierto algo con una serie de fotografías; creímos descubrir que a los jóvenes de barrio zacatecanos los estaban masacrando.

Pero mientras avanzábamos con la investigación, nos dimos cuenta de que en realidad no habíamos descubierto nada. En realidad, sólo habíamos encarado lo que cada barrio declaraba abiertamente. Nuestra investigación devela una realidad que está a la vista de todos, una condición que, como la famosa carta robada de Edgar Allan Poe, vive oculta a plena vista. Lo que devela es un secreto público: los barrios están asediados y muchos han sido liquidados.
Nuestra investigación inició con una encomienda que le hice a Fernando Moreno cuando empezó a trabajar conmigo: levantar un registro fotográfico de las imágenes religiosas que están en las calles de Zacatecas. De inicio me interesaban especialmente las imágenes de san Judas Tadeo y de la Santa Muerte, pero a la hora de analizar las primeras fotos nos percatamos de que un mural de la Virgen de Guadalupe traía elementos luctuosos: un listón negro y los nombres de algunas personas. La pintura llevaba, además, los signos de alguna pandilla. Ahí empezamos a investigar. En sus plegarias a la virgen, los propios barrios anuncian lo que les está pasando. Nosotros no descubrimos nada.
A lo largo de poco más de un año, levantamos un registro de esos murales luctuosos, con fotos tomadas en 58 barrios de las ciudades de Zacatecas y Guadalupe. Casi todas esas pinturas vienen acompañadas de listas de jóvenes que han sido asesinados. Algunas de esas listas nombran apenas dos o tres personas; otras llevan más de veinte nombres. Todas juntas nombran a 530 víctimas de homicidios; cuando recordamos que Zacatecas y Guadalupe son ciudades pequeñas, la cifra resulta aterradora.
Pero si hay tantos caídos que son nombrados y pintados en las calles ¿de qué manera estamos develando un secreto público? ¿Cuál es ese secreto? Se trata de lo siguiente:
Cuando los medios, el rumor o el gobierno hablan de violencia en ciudades como las zacatecanas, lo que se discute siempre son episodios: una balacera en alguna esquina, un cuerpo tirado en la calle, un asesinato. Lo que queda oculto es el retrato del conjunto. Lo que no se nombra es que, además de las muertes que se suceden una a otra, hay un ataque sostenido —quizá no constante pero sí recurrente— a una forma social que se resume en el término “barrio”.
Por eso, la muestra arranca con una discusión del término barrio, que refiere a tres cosas distintas: un pequeño vecindario, caracterizado por un entramado social denso que muchas veces se representa como si fuera una familia; una cohorte de jóvenes o pandilla barrial que adopta para sí un nombre y que se identifica con una subcultura chola (el barrio en este segundo sentido es lo que en la cultura chicana llaman una “clica”); y, por último, el término se utiliza también para referirse a un individuo que forma parte de alguna clica. Se dice, por ejemplo, soy barrio, o bien que fulanito es barrio.
El secreto público, tema de esta exposición, es que en los últimos diez o quince años ha habido un asalto sostenido al barrio en cada uno de estos tres sentidos: un proceso de exterminio de las clicas, una vulnerabilidad general de los jóvenes que puedan ser vistos como “barrio” y la agonía de la vida pública en los vecindarios. Esto, y no los asesinatos o episodios individuales de violencia, es lo que devela la exposición.
Claudio Lomnitz
Profesor de Antropología de la Universidad de Columbia. Es autor de El tejido social rasgado, Nuestra América. Utopía y persistencia de una familia judía y La nación desdibujada. México en trece ensayos, entre otros libros.