Las huellas de un camello tuerto

Desde India hasta Medio Oriente, hay en las tradiciones orales referencias muy antiguas a la historia de un camello extraviado que era tuerto, cojo o ambas cosas. La primera versión escrita data de 1302 d. C., y se encuentra en Los ocho paraísos del poeta indopersaAmir Khusrow. El relato es famoso por ser la primera “historia de detectives”, al menos conocida en Occidente. Los protagonistas son los tres príncipes de Serendip —de donde viene la palabra serendipity en inglés—, que por la interpretación de los rastros que observan en el camino logran describir de manera muy detallada a un camello que nunca han visto. Infieren, por ejemplo, que al dromedario le faltaba el ojo derecho porque sólo la hierba del lado izquierdo estaba mordisqueada. Se inaugura así la tradición de la escritura forense, donde las capacidades de raciocinio y observación de los indicios alcanzan niveles casi fantásticos.

Ilustración: David Peón

El rey Giaffer había confiado la educación de sus tres hijos a los maestros más destacados de su época, pero llegados a cierta edad decidió exiliarlos para que se forjaran en el mundo exterior. Los príncipes viajaron hasta el reino de Bahram V y cuando se acercaban a la capital se cruzaron con un conductor de camellos que les preguntó por un animal que había perdido. “¿El camello que usted busca es tuerto y cojea de una pata?”, le preguntaron los príncipes. El camellero asintió con asombro. “¿Carga miel en el lado derecho, mantequilla en el izquierdo y lleva a cuestas a una mujer embarazada?”. El camellero sólo pudo concluir que los propios príncipes le habían robado al animal que buscaba y los llevó a la corte para que el rey los juzgara. Ahí los tres hermanos expusieron cómo habían llegado a cada una de sus conclusiones. Una hilera de hormigas del lado izquierdo les indicó, por ejemplo, que de ese lado cargaba mantequilla, mientras que la abundancia de abejas en el costado derecho los llevó a concluir que también llevaba miel. Complacido, el rey Bahram V no sólo los absolvió sino que los convirtió en sus consejeros.

A través de una serie de traducciones y adaptaciones, esta historia encontró su camino hasta Zadig de Voltaire, y de ahí hasta el señor Dupin y sus famosas deducciones en “El doble crimen de la calle Morgue” de Allan Poe. En las regiones desérticas del norte de México hay historias muy similares sobre personas con una capacidad asombrosa para la interpretación de los indicios que solían ayudar en la localización de ganado extraviado. Curiosamente, a esas personas en Sonora se les llamó saurinos, una palabra que deriva del árabe zahorí, que a veces se traduce como adivino. En las historias de saurinos hay un momento en que la capacidad de deducir conclusiones a partir de la observación de los signos se convierte en clarividencia sobrenatural. Por el contrario, se supone que las historias de detectives respetan los límites que impone el raciocinio científico.

No cabe duda, sin embargo, que la figura del detective y su capacidad extraordinaria de resolver misterios también tocó un nervio fantástico en nuestra sensibilidad. A lo largo del siglo XX, las historias de Sherlock Holmes dieron pie a 260 películas, veinticinco programas televisivos, seiscientos programas de radio, además de una amplia producción de objetos coleccionables. Eso sin mencionar el surgimiento uno de los géneros literarios y fílmicos más prolíficos. “Lo vemos como la fina expresión de nuestro afán por aplastar el mal y enmendar los males que aquejan al mundo”, escribió Edgar W. Smith en 1946. Resulta curioso que mientras la experiencia de las guerras volvía cada vez más difusos y omnipresentes a “los males que aquejan al mundo”, más atractiva se tornaba la posibilidad de acordonar la escena del crimen, resolver el misterio y atrapar al asesino.

 

Natalia Mendoza
Antropóloga y ensayista. Estudió Relaciones Internacionales en El Colegio de México y un doctorado en Antropología en la Universidad de Columbia.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *