Mi asiento en la diligencia estaba ya tomado, y mi marcha fijada para el día siguiente; no obstante, mis numerosos amigos me instaban con viveza para que permaneciera unos días más, y yo que había pasado alegremente mi tiempo, lo deseaba también; no había más dificultad sino conseguir que el administrador de las diligencias consintiese. Al día siguiente nos dirigimos a recabar su permiso.
—Don Juan —le dijo afectuosamente uno de ellos, dándole una palmadita en el hombro—, queremos que este buen pájaro permanezca unos días más con nosotros.
—Pues que esté todo el tiempo que le dé la gana —contestó con una voz seca y sin conmoverse con las afectuosas expresiones de E.
—Muy bien, don Juan, entonces podrá marcharse en el viaje próximo.
—Sí, pagando otros 50 pesos.
—Hombre, pero usted podía dar el asiento a otro pasajero.
—No.
—Vea usted, ha llegado el paquete Eugenia, y usted puede llenar su coche.
—No.
—Es que el señor tiene necesidad de permanecer aquí unos días más.
—Pues que permanezca.
—Entonces no perderá el importe de su asiento.
—Sí.
—Esto es muy duro, muy cruel.
—Pues que se marche.
—Pero, don Juan, ¿qué no hay medio de…?
—No.
—Mire usted, don Juan, le rogamos por la vida de O’Connell1 que condescienda en que el señor se marche en el otro viaje.
—Sí…
—Bueno, viva don Juan; don Juan es un hombre como debe ser.
—Pero pagará otros 50 pesos.
—¡Hombre de los diablos! ¡Irlandés de fierro!
—Que se vaya, que se vaya con mil diablos, su pasajero de ustedes —gruñó don Juan, colérico y dando la vuelta nos dejó pasmados con su laconismo.
En la noche a la hora de partir las súplicas y ruegos se renovaron. Don Juan fue inflexible y yo con mi pequeño equipaje debajo del brazo subí tristemente a la diligencia, dirigiendo mis tiernos adioses a mis buenos amigos, a quienes nunca olvidaré, y que hasta este momento me dieron muestras inequívocas de su cariño.
Don Juan era que ni mandado a hacer para gobernar la República Mexicana.
Fuente: Manuel Payno, “Un viaje a Veracruz en el invierno de 1843”. En: Crónicas de viaje. Obras completas I. Conaculta, 1996.
1 Daniel O’Connell (1775-1847). Político irlandés, pacifista, apodado The Liberator por su lucha en la emancipación católica.



