2018-2024

María Amparo Casar
El 2 de diciembre de 2012 se aplaudió la disposición del Ejecutivo a abrirse a las tres fuerzas políticas principales de este país y a una cuarta, el Partido Verde, para dialogar y buscar acuerdos. Fueron 95 compromisos en cinco rubros: la agenda social, la agenda económica, la agenda de seguridad y justicia, la agenda de transparencia y, junto con ella, la agenda de rendición de cuentas.
El Pacto por México fue una muestra de que los gobiernos sin mayoría sí pueden rendir frutos. También fue importante que se instaurara la idea central de la política que es la negociación: los partidos no mayoritarios podían igualmente influir en las políticas públicas de México. Pues bien, se acordaron plazos y productos concretos para el Ejecutivo y para el Legislativo. Y hubo muchos más acuerdos entre las tres fuerzas políticas en materia de reformas a leyes secundarias o a la Constitución. Cierto, en algún momento hubo amenazas al Pacto provenientes en su mayor parte del PRD. De hecho, el PRD es el único que no firma la Reforma Energética.
Pero fue un espacio de conciliación que permitía avanzar una agenda social, económica y política. La mayor parte del trabajo recayó en el Congreso, lo que tiene su valor, y los partidos adquirieron compromisos para lograr cada uno su agenda. Está claro que en ese sexenio las instituciones se consolidaron y se privilegió el diálogo.
Y así llegamos al 2018. Como analista nunca hubiera esperado que el gobierno de López Obrador destruyera instituciones o construyera instituciones alternas que no se necesitaban, como fue el cambio del Seguro Popular al Insabi, un fracaso que dejó a más de 30 millones de personas sin ningún tipo de acceso a la salud, por dar un ejemplo. Se impuso la política del “aquí mando yo porque tengo la mayoría” y se desecharon los instrumentos propios de la democracia que son el diálogo y la negociación. Hubo una oportunidad perdida de que la democratización del país fuera en línea ascendente. ¿Cómo hacer el balance entre lo que veníamos haciendo y este alto brutal a la política de negociación y a la pluralidad?

José Woldenberg
En efecto, el Pacto por México fue una operación política de grandes dimensiones; tenía antecedentes pero los rebasó con creces. Desde que el pluralismo se instaló en el Congreso se construyeron convergencias inclusivas para la reforma de diversas normas constitucionales, pero todas habían sido coyunturales y volátiles. El Pacto por México, firmado por las tres fuerzas más importantes del país y el presidente de la República, representó una especie de programa de gobierno y legislativo abarcante con un horizonte temporal muy vasto. Fue posible porque PRI, PAN y PRD asumieron un reconocimiento de la legitimidad de sus adversarios; esto pudo observarse como un eslabón civilizatorio. Dado que ningún partido tenía la mayoría necesaria para gobernar a solas debían construir acuerdos y compromisos.

Ilustración: Víctor Solís

La primera etapa del Pacto se cumplió puntualmente y luego surgieron diferencias tanto en el PRD como en el PAN. En la segunda etapa del Pacto se vieron fracturas muy importantes: en efecto el PRD se retiró de la reforma energética y el PAN se retiró de la reforma fiscal; esas dos reformas ya no se hicieron con el concurso de los tres partidos sino sólo dos.
No obstante, estoy de acuerdo con que el Pacto por México era una lección para todos. Parecía que la diversidad política instalada en el Congreso era capaz de forjar un horizonte inclusivo, se demostró que las artes de la política podían dar resultados. Y esas rutinas de escuchar para negociar y pactar están totalmente fracturadas en la actualidad. ¿Cómo fue posible un vuelco tan radical? En primer lugar, los resultados electorales; pero, en segundo lugar, con una lectura final que convalidaron las autoridades electorales y que va en contra de lo señalado por la Constitución. Las cifras oficiales dicen que la coalición gobernante obtuvo el 54 % de los votos, lo que quiere decir que el 46 % restante fue distribuido entre los diferentes partidos de oposición. Hoy tenemos en la Cámara de Diputados que esa coalición con el 54 % de los votos tiene el 74 % de los escaños, una diferencia de 20 puntos porcentuales que —me puse a buscar en la historia de México— no habíamos vivido desde 1952, antes de que se hubieran inventado los diputados de partido. ¿Cómo fue posible esto cuando la Constitución dice que entre votos y escaños no puede haber una diferencia mayor de 8 puntos y que ninguna fuerza política puede tener más de 300 diputados, es decir del 60 % de la representación? Eso lo dice la Constitución. Sólo que en la Constitución se dice “ningún partido político” porque cuando esa reforma se hizo, en 1996, era absolutamente claro que partido y coalición eran sinónimos, porque en aquel entonces cuando había coaliciones los partidos aparecían en el mismo recuadro de la boleta. Hasta el 2018, ningún partido político logró tener más del 50 % más uno de la representación. Fue la larga etapa en que los partidos estaban obligados a negociar porque se leyó bien lo que decía la Constitución: se requería más del 42.2 % para llegar al 50.2 % de la representación.
Ahí está el disparador de lo que pasó después, la construcción de una mayoría calificada artificial en la Cámara de Diputados y en la Cámara de Senadores. La coalición gobernante queda a unos cuantos escaños de tener esa mayoría calificada y, dado que no la tenía, amenazó y compró a la luz del día a legisladores para construirla. La reforma al Poder Judicial podría servirnos para ilustrar cuáles son las fórmulas no democráticas de aprobación de reformas constitucionales: llegan en la mañana, se votan en la tarde-noche, no pasan por comisiones, no hay debate en el pleno y de manera maquinal se logran las dos terceras partes como manda la Constitución para reformarla. No sólo eso sino que ahora hay una nueva reforma que establece que ese tipo de reformas constitucionales ya no pueden ser impugnadas ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Se está cumpliendo lo que estuvo desde el principio en el proyecto de transformación del gobierno que se instaló en 2018, solamente que en aquel entonces no tenían esa mayoría calificada en el Congreso. Hoy sabemos que mucho de lo construido ha sido destruido.
La nuestra fue una democracia germinal construida con reformas sucesivas; las últimas cuatro reformas fueron por consenso. Fue la etapa que se abrió el pluralismo, con auténticas elecciones, donde los ganadores y los perdedores no estaban predeterminados y la división de poderes comenzó a hacerse realidad. Hoy vamos de regreso a otra estación en la que: 1) se concentra el poder en la Presidencia; 2) se nulifica al Congreso como contrapeso; 3) se acaba con el Poder Judicial tal y como lo conocíamos para alinearlo a la voluntad del Ejecutivo. Además, las organizaciones de la sociedad civil son despreciadas anatemizadas.

Valeria Moy
Empiezo con el Pacto por México. Veníamos de la sensación de que nada ocurría en México más que asesinatos, todo el tiempo en el gobierno de Calderón. Y en efecto el 2 de diciembre entra Peña y hay un evento en el Congreso sofisticado con 95 compromisos divididos en cinco ejes que señalaban todo lo que se iba a hacer. Ahí pensamos que ahora sí ocurriría algo; la parálisis legislativa se había roto y se lograba la unidad.
Se presentaron diferentes reformas, entre ellas la reforma energética. En ese momento se nos prometió que el mercado energético iba a ser competitivo y mucho más eficiente y rápido para responder a las condiciones de mercado. La reforma energética en particular tenía muchas cosas muy positivas pero no se creó una verdadera competencia y hubo ahí una oportunidad perdida.
Respecto a la Reforma Fiscal iba a haber un sistema fiscal progresivo y como siempre se ampliaría la base de contribuyentes; iba a combatirse la evasión fiscal y mejoraría la recaudación. Simplemente no lo logramos.
Hubo también grandes planes económicos para disminuir la pobreza. Según información del Coneval en 2012 el 52.3 % de la población vivía en situación de pobreza, más de la mitad de la población. En 2016 el gobierno ve que no está dando resultados en pobreza y que hay un político llamado Andrés Manuel López Obrador que hace uso todo el tiempo de las cifras de pobreza. ¿Qué se hizo? Pues cambiar la forma de medir el ingreso. Se incluyeron más cosas en la medición con esta idea: si logramos que suba el ingreso, baja la pobreza. Y la verdad es que no se logró disminuir la pobreza con el cambio en la métrica.
Se dijo también que en educación iba a gastarse mucho y con mayor eficiencia. Aparte de la Reforma Educativa, que al último fue una reforma laboral, en 2012 se gastaba 5.2 % del PIB, en educación. En 2018 se gastó 5.2 % del PIB. En 2023, 5.2 % del PIB. (Somos un país muy estable en ese sentido). Nos quedamos a medias en la reforma educativa.
El Pacto por México pudo tener defensas y cimientos sólidos pero llega el 2014 y aparece la Casa Blanca. Todo empieza a desmoronarse y hay escándalos de corrupción.
Y respecto a infraestructura, ¿cuáles fueron los planes en el sexenio de Peña Nieto? El tren a Querétaro, que sigue siendo un proyecto. El tren a Toluca, que no se ha terminado. Y el aeropuerto, todavía era presidente Peña pero lo canceló López Obrador. Cosas que son muy difíciles de entender en este país.
Ahí están las oportunidades perdidas: no hubo un cambio importante en la modernización de la infraestructura económica del país ni se logró que las empresas fueran competitivas.

MAC
El proceso de destrucción se da desde el 2018 y se pone el piso para la perpetuación del poder, aún sin las supermayorías anticonstitucionales y con una oposición que ocupa poco más o menos de la mitad más uno de la representación en el Congreso. ¿Cómo pudo López Obrador operar desde entonces y tan al margen de la ley?

JW
Creo que el asunto viene de más lejos y tiene que ver con las fórmulas discursivas que se han instalado en nuestro país. A partir de 1977 poco a poco fuimos descubriendo el valor del pluralismo político. Previo a eso había una especie de ideología predominante y lo que no se ceñía a ese cartabón era juzgado como ideas exóticas, extrañas. Con los conflictos políticos y sociales de los 70 empezó a abrirse paso la idea de que la diversidad política del país estaba ahí y que ningún exorcista podría difuminarla. La reforma del 77 es como la pequeña bola de nieve que acaba convirtiéndose en un alud, porque una vez que estas fuerzas ingresaron al mundo institucional —más el PAN que por supuesto ya estaba ahí—, cada vez demandaron nuevas y más profundas reformas. Hasta que en 1997 por primera vez la Cámara de Diputados funcionó sin tener mayoría absoluta de ningún partido político. En los años posteriores nos empezamos a aclimatar y a vivir dentro del pluralismo. Todo el mundo sabía que el presidente era de un partido, que había gobernadores de diferentes partidos y que esos gobernadores coexistían con presidentes municipales de otros partidos. Hoy vemos una ruptura incluso discursiva que pone en acto todos estos resortes autoritarios. Ahora no es el pluralismo la piedra de toque de la vida política de nuestro país sino una expresión política que encarna el pueblo y es el Vocero de un pueblo unificado y sin fisuras.
En parte puede explicarse porque tuvimos una transición democrática que de alguna manera le dio la espalda a la cuestión social; para millones esa transformación democrática supuso poco o nada. Pero que eso sea una realidad no tiene por qué hacernos condescendientes con lo que está pasando, porque en buena medida se está tirando al niño junto con el agua sucia, y el niño es lo construido en términos democráticos: órganos autónomos que empezaron a funcionar con su propia lógica, órganos capaces de dar garantías de imparcialidad y limpieza en los procesos electorales, una Corte que en muchos casos revisó decisiones del Legislativo y del Poder Ejecutivo, para no hablar de la ampliación de las libertades que acompañó ese proceso. Hay mucho que revisar del pasado pero hay mucho más que defender de lo construido en materia de democracia. A pesar del discurso oficial no existe un pueblo unificado; lo que tenemos es una sociedad diversa en la que palpitan diagnósticos, propuestas, ideologías, y estamos obligados a ofrecer a esa diversidad una casa donde se pueda convivir y competir de manera civilizada.

MAC
¿Se pensaría que nos conformamos con la democracia y luego le pedimos que diera como resultado un salto en contra la desigualdad y los salarios bajos, y como esos resultados no nos los dio la democracia, triunfó una opción digamos autócrata? Otra pregunta: ¿hay alguna oportunidad de que los malos resultados económicos del Pacto puedan revertirse cuando hoy hay un gobierno políticamente todopoderoso?

VM
El Pacto ya fue. Y para mí, la gran oportunidad perdida del 2018 fue tener una verdadera política social. Se cedió la construcción de una política social real a una política de transferencias; no es lo mismo otorgar recursos en efectivo o algo similar al efectivo. Ésa es la gran oportunidad perdida entre 2018 y 2024: seguir gastando lo mismo y de forma ineficiente, dar pasos atrás en materia educativa y no preparar a la gente para lo que está viviendo hoy en términos de cambios tecnológicos y necesidad de pensamiento abstracto. Nada más pensemos que durante la pandemia de covid salieron un millón y medio de niños del sistema educativo.
En cuanto a temas de salud. Debo decir decir que en su momento yo también critiqué mucho al Seguro Popular porque no me parecía un sistema de salud homogéneo y parejo, de seguridad social y salud universal en vez de tener muchos sistemas distintos. Y se pasó al Insabi, y no funcionó; entonces pasamos a IMSS Bienestar y no sabemos si funciona o no funciona. Un presidente como López Obrador entró con un capital político impresionante para las reformas de gran calado y dejó pasar esa oportunidad de hacer en serio una reforma educativa, al sistema de salud, una reforma fiscal. Lo que hubo fue un viraje hacia un interés puramente electorero, porque los programas de transferencias no están diseñados para mejorar la calidad de vida de la población sino para mejorar su capacidad de consumo. No se hizo de la política social un verdadero eje de desarrollo para el país.

MAC
¿Nos equivocamos todos nosotros, los demócratas, y se equivocó Fukuyama cuando predijo desde el 86 —antes de que publicara su libro El fin de las ideologías— al decir que la única opción viable globalmente era la democracia liberal? Hoy vemos cómo en varios puntos del globo se están instaurando populismos de derecha o de izquierda.

JW
No creo que ni en el pasado ni hoy ni en el futuro pueda darse algo así como una única opción: la democracia liberal. La democracia es una construcción humana a la que hemos llegado más por necesidad que por virtud, cuando se reconoce que las diferentes fuerzas políticas no están solas en el escenario y que, si no se quiere derivar en una guerra o desgarrar el tejido social, es necesario construir normas e instituciones que se hagan cargo de esa diversidad. El problema hoy de las democracias es que no acaban por golpes militares sino desde su propio seno por figuras que se encumbran a través de métodos democráticos. Transitamos así de una democracia germinal a un régimen de carácter autoritario.

MAC
¿Es necesaria la democracia para no perder la oportunidad económica de lo que llaman el nearshoring o es posible en un contexto autoritario dar los pasos para recuperar lo que se perdió los seis años anteriores y comenzar a crecer de la manera en que México lo necesita?

VM
Yo no creo que sea necesaria la democracia y, sin embargo, sí quiero que haya democracia. No tiene una cosa que ver con la otra: sí se puede lograr crecimiento económico, sí se puede lograr mayor producción, mayor inversión con un modelo autoritario. Pero desde luego que no quiero eso, y me parece que viene mucho a cuento porque de repente escucho que se usa a China como modelo de desarrollo y se cita la cifra de cuántas personas han salido de la pobreza. Es un modelo de desarrollo que a mí en lo personal no me gustaría tener. Turquía también ha crecido y no tiene democracia ni muchas libertades.
La democracia te obliga a hacer acuerdos, a negociar y a sostener conversaciones difíciles. Prefiero vivir en un mundo de libertades donde pueda expresar mi opinión y no donde hay un partido del color que sea que me dicte lo que debo hacer, lo que debo pensar, lo que debo decir y cuándo lo debo decir. Prefiero no crecer tan rápido y no ser eficiente construyendo una carretera a toda velocidad pero tener democracia. Lo que no quiere decir que me tarde mil años construyendo una refinería y que me cueste cuatro veces lo que dije que iba a costar. Pero la democracia en sí misma tiene un valor de libertad que va mucho más allá del mero crecimiento económico.

MAC
Concluyo con esto. Creo que estamos en el peor de los mundos posibles: ni crecemos ni tenemos una política social que funcione. Se nos achican los derechos humanos, las libertades, la democracia, el diálogo. Se nos achican la pluralidad y las agendas y, encima, el sistema de salud, el de educación, la ciencia y la tecnología, el crecimiento y las finanzas públicas.

1 comentario

  1. Emiliano Barclay
    mayo 2, 2025

    El análisis, además de sezgado y poco útil, es falso.

    La victoria de AMLO y CS por la vía electoral, siguiendo las reglas establecidas y con un apoyo social pluriclasista es lo que siguen sin entender que no entienden. Claman que la democracia murió en 2018, ¿qué acaso no fuimos a votar, contar los votos, revisar las actas, acatar las reglas del juego democrático? Que no supiera la reacción, porque una oposición requiere un plan de gobierno alternativo (del cuál carecen), escoger a sus candidatos y que su única campaña fue «el NO» y tildar de «populista» a los contendientes es su problema de creer a los diseñadores de campañas y no de ideas. ¿Fue artificial la desginación en la Cámara? ¿Acaso había que premiar a la oposición por tener menos votos que la coalición gobernante? ¿Acaso no era el mismo Woldenberg, como profesor, que nos decía que la ingeniería constitucional era de segundo orden cuando se reparte el poder político?

    Triste, que Nexos le de cabida y palabra a una defraudadora como María Ampara Casar. A eso ha caído una revista que, además de victimizarse por estupideces y sacar desplegados de los mismos abajofirmantes de siempre, antes era una faro de expresión plural y hoy es más un instrumento de los mismos de siempre.

Responder a Emiliano Barclay Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *