El 7 de marzo se publicó la noticia de un campo de entrenamiento y de exterminio del Cártel Jalisco Nueva Generación, en el Izaguirre Ranch, municipio de Teuchitlán. Lo encontró el colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco. El hallazgo fue noticia internacional porque se encontraron tres crematorios y cerca de éstos había más de doscientos pares de zapatos, entre otras pertenencias de las víctimas del cártel. Las fotos de los montones de zapatos de manera ineludible recuerdan a los campos de exterminio nazis.1
El Izaguirre Ranch es un terreno bardeado de quizá una hectárea o poco más. Tiene tres pequeñas construcciones que parecen habitables, un espacio techado con lámina de zinc usado para estacionamiento y almacenaje, varios espacios abiertos para el entrenamiento de soldados y una pequeña zona donde están los crematorios cavados en el suelo. Próximos a esos quemaderos, estaban los zapatos y las otras prendas de las víctimas.

Visto desde el aire, el Izaguirre Ranch es casi un baldío, sin siquiera un árbol de sombra. Hay dos hileras breves de seis palmeras raquíticas, pegadas al costado de una barda que parecen ser el único rastro vivo de alguien que haya albergado algún cariño por esa tierra o imaginado para ella algún destino diferente.
Tal vez el Izaguirre Ranch fue un rancho antes de que el cártel se lo apropiara, como ha pasado con muchos otros en tantas diferentes regiones del país. La distribución de las construcciones sugiere que el lugar quiso ser una estancia de ganado o de caballerizas. Pero ahora sólo hay ruinas de aquello y en lugar de animales, el colectivo de familiares de desaparecidos encontró pilas de señales de carreteras amontonadas en un rincón, usadas ahí como blancos en un campo de tiro. En otra parte hay una doble hilera de llantas acostadas en el piso que encuadran un espacio de entrenamiento físico.
En la barda contraria a los espacios de entrenamiento están los quemaderos, donde el CJNG incineraba los cuerpos de los desaparecidos que asesinaba porque no sirvieron para ser soldados. Y en otra esquinita, contra una barda, hay dos repisas pobladas de imágenes de la Santa Muerte.
Visto desde afuera, este espacio desolado parece apenas una barda con un gran zaguán en el que está escrito “Izaguirre Ranch” y hay dos caballos pintados. El predio está rodeado de terrenos agrícolas en producción. Los rancheros o campesinos que los cultivan deben haber escuchado los tiros del campo de adiestramiento. El terror cotidiano que significa vivir en una zona controlada por un cártel genera su propia modalidad del secreto a voces.
A pesar de lo que quizá se infiera del hallazgo del cúmulo de pares de zapatos, el uso al que se destinó este predio no es el mismo que el de los campos de exterminio nazis. Esos centros de adiestramiento son lugares donde los cárteles concentran a personas que han desaparecido —las reclutan en Facebook con promesas de empleo o las secuestran directamente— y luego someten a un proceso de entrenamiento y selección degradante y brutal. Una parte de los rehenes será asesinada como un ingrediente pedagógico para los demás.
Los esfuerzos por encontrar y disolver esta clase de espacios han sido deficientes de manera escandalosa. Por ejemplo, hace seis años se encontraron dos campos similares al del Izaguirre Ranch en las cercanías de Tala, a pocos kilómetros del municipio de Teuchitlán.2 Y se sabe de otros campos de adiestramiento en otros estados de la República.
La falta de empeño de las autoridades incluso por dar a conocer lo que sucede en esa clase de espacios es notoria. El caso del Izaguirre Ranch es un ejemplo característico de esto: el lugar fue asegurado por la Guardia Nacional en septiembre de 2024, con la captura de diez miembros del cártel, junto a dos de sus presos. Entonces la Guardia divulgó fotos de los vehículos asegurados y del armamento que se incautó en la razzia. Pero no dijo nada de los quemaderos ni del cúmulo de zapatos que había en el predio, a pesar de que había rescatado a dos de los rehenes del CJNG que bien hubieran podido dar cuenta de lo que sucedía en ese lugar.
Este campo de adiestramiento y de exterminio en el municipio de Teuchitlán no es un caso único. Los campos con sus quemaderos son una institución que existe desde tiempos de los Zetas. Es hora de hacerse cargo de ellos.
8 de marzo de 2025
Claudio Lomnitz
Profesor de Antropología de la Universidad de Columbia. Es autor de El tejido social rasgado, Nuestra América. Utopía y persistencia de una familia judía y La nación desdibujada. México en trece ensayos, entre otros libros.
1 Ver Thomas Graham, “Mexico: 200 Pairs of Shoes Found at Clandestine Crematorium”, The Guardian, 7 de marzo de 2025.
2 Guillén, A., y Petersen, D. “El regreso del infierno mexicano: los desaparecidos que están vivos”, El País, 5 de febrero de 2019.