Polloglifos y bipolaridad creativa

“No alcanzo a comprender cómo [el galerista] pudo notar una mancha de foie gras en una pintura de Jackson Pollock”, confiesa el psiquiatra Niles Crane, personaje ficticio de la serie televisiva Frasier en uno de los episodios. Lo que no ha pasado inadvertido, pero sí negado por más de un galerista y crítico de arte, es la presencia de elefantes, monos beodos y payasos, entre otras figuras —más propias de un circo que del expresionismo abstracto fundado por Pollock— escondidas entre los desparramados colores y trazos de sus pinturas más representativas.

Un equipo de psiquiatras y neurocientíficos asegura que no es la pareidolia —fenómeno psicológico, por demás común, que nos lleva a imaginar caras, animales y objetos diversos en la forma de las nubes— culpable de que veamos el perfil del rostro de una mujer o al mismísimo creador de la técnica pictórica de goteo entre botellas de licor, en cuadros pintados por Pollock al salpicar frenética y erráticamente los colores en el lienzo.

Por el contrario, los científicos alegan que, fuera o no de manera deliberada, Pollock insertó en buena parte de su obra imágenes que se encuentran camufladas por subsecuentes capas de pintura, a las que han bautizado como polloglifos (muy apropiado, aunque sin el contexto apropiado el nombre nos remita a ciertas aves). Para los autores del estudio, todo pinta a que los polloglifos no son un accidente en el arte de Pollock, sino que están imbricados en su vida y, sobre todo, en la enfermedad mental que lo aquejó: el trastorno bipolar.

Ilustración: Oldemar González

Que el trastorno bipolar se entremezcle con pintores y otros artistas es todo menos sorpresivo por varias razones. La primera de ellas: las personas creativas tienen una predisposición genética a padecerlo.1 Históricamente, afirmar la existencia de ese vínculo entre esa enfermedad mental y la creatividad había sido discutible por las debilidades metodológicas de los estudios que la apoyaban, pues una buena parte de éstos consistían en revisiones de material biográfico. Una de las más extensas, de 1992, se basaba en más de mil biografías de personas famosas reseñadas en la sección de libros de The New York Times en un periodo de treinta años (1960 a 1990). Determinaba qué síntomas de bipolaridad estaban presentes en más de 8 % de escritores, pintores, músicos y otros artistas biografiados, comparado con casi un 3 % de los biografiados que no eran artistas. Eso es consistente con lo hallado por otros estudios biográficos, en los que casi un tercio de cuarenta músicos de jazz bebop y 67.5 % de poetas húngaros famosos (al menos en Hungría) tuvieron algún tipo de desorden bipolar. Si hacemos caso a los análisis biográficos, en el catálogo de artistas bipolares, Pollock estaría acompañado por sus colegas Paul Gauguin, Georgia O’Keefe, Edvard Munch y Mark Rothko, junto con varios artistas más.

Si bien es cierto que quienes escriben las biografías no suelen tener credenciales para diagnosticar psiquiátricamente a sus biografiados, estudios más recientes confirmaron la asociación entre creatividad y desorden bipolar. En uno, una muestra de 300 000 personas con trastornos mentales severos y sus familiares arrojó una sobrerrepresentación de individuos con desorden bipolar en profesiones creativas;2 en otro, estudiantes de artes visuales tenían un mayor riesgo de desarrollar desorden bipolar (y también esquizofrenia).3

Es probable que en los casos menos severos de trastorno bipolar, sobre todo en personas con factores protectores, como un alto nivel de inteligencia y una gran flexibilidad cognitiva, la creatividad se vea favorecida por el estado de ánimo eufórico, rebosante de energía y de gran actividad. Éste lo experimentan durante los periodos de hipomanía (una forma más leve de manía) característica de tal enfermedad, y se acompaña de incrementos en la impulsividad y en la apertura a nuevas experiencias (sintomatología causada por alteraciones en las vías dopaminérgicas; es decir, en el sistema de recompensa del cerebro).4

Expertos en las bases psicológicas de la creatividad, como el psiquiatra Albert Rothenberg, alertan sobre el riesgo de romantizar la idea de una conexión intrínseca entre psicopatologías y el sufrimiento que producen si no son debidamente tratadas. De manera usual, ese sufrimiento dificulta el trabajo creativo, con posibles consecuencias graves para el artista. Para lidiar o sobreponerse a los efectos negativos de su enfermedad, suele recurrir a procesos creativos, lo que es una estrategia sana y adaptativa, o prueba alternativas perjudiciales, como abusar del alcohol y otras drogas.5

En el caso de Pollock, éste tuvo la desdicha, al ponerse en manos de psicoanalistas, de no ser diagnosticado ni recibir un tratamiento médico conveniente. Tampoco contó, en su época, con antipsicóticos estabilizadores de los estados de ánimo, como el litio. Según sus psiquiatras, Pollock sufría de psicosis alcohólica causada por consumo crónico de alcohol —con el que se automedicaba para aliviar su ansiedad social— o de esquizofrenia. Pero su alternancia cíclica de periodos maniacos y depresivos eran típicos del trastorno bipolar. Pollock, además, nunca tuvo alucinaciones auditivas, elementos comunes en la sintomatología de la esquizofrenia.

Lo que Pollock sí tenía eran alucinaciones visuales. Añadamos a esto que, durante su primera hospitalización psiquiátrica, fue sometido continuamente a los test de Rorschach. De este modo se familiarizó con el ya mencionado fenómeno de la pareidolia. Algunos estudios sugieren que las habilidades de percepción visual de las personas con trastorno bipolar son mayores que en personas sanas y que incluso se incrementan en periodos de hipomanía.

El psiquiatra Stephen Stahl y colaboradores consideran que ésos fueron los ingredientes que llevaron a Pollock a incluir imágenes —varias de ellas seguido— en sus obras previas a las pinturas de goteo y a desarrollar una técnica propia para camuflar polloglifos en algunas de sus pinturas de goteo. En su cuadro Troubled Queen (1945), por ejemplo, se esconde el busto de una reina atribulada al lado de, posiblemente, un soldado. Al rotarlo 90 grados en sentido contrario a las manecillas del reloj, revela también los polloglifos de otro soldado con pistola y hacha, la cabeza de un gallo, un ángel con una espada y la caricatura de un mono con lentes y una botella de vino, recostado en una silla.

Para probar que no es pura pareidolia, ya no de Pollock, sino de Stahl y los otros autores del estudio, éstos mostraron a 48 expertos en salud mental el cuadro Troubled Queen durante un congreso de psiquiatría: 85 % de ellos vieron polloglifos en ésta y en pinturas de goteo de Pollock; 67 % opinaron que Pollock incluyó de manera deliberada los polloglifos; y sólo 2 % consideró que no había ningún polloglifo.

“Pintar es autodescubrimiento. Todo buen artista pinta lo que es”, afirmaba Pollock. Tomándole la palabra y considerando su fatídica relación con el alcohol,6 es muy improbable que los polloglifos etílicos —botellas de alcohol que surgen aquí y allá, en los recovecos de la geometría fractal de su obra— sean un mero alucine nuestro.

 

Luis Javier Plata Rosas
Doctor en Oceanografía por la Universidad de Guadalajara. Sus más recientes libros son: En un lugar de la ciencia… Un científico explora los clásicos y El hombre que jamás se equivocaba. Ensayos sobre ciencia, literatura y sociedad.


1 Power, R., y otros. “Polygenic risk scores for schizophrenia and bipolar disorder predict creativity”, Nat. Neurosci.,18:953–955, 2015.

2 Kyaga, S., y otros. “Creativity and mental disorder: family study of 300,000 people with severe mental disorder”, Br. J. Psychiatry, 199(5), 2011, pp. 373-379.

3 MacCabe, J. H. “Artistic creativity and risk for schizophrenia, bipolar disorder and unipolar depression: a Swedish population-based case-control study and sib-pair analysis”, Br. J. Psychiatry, 212(6), 2018, pp. 370-376.

4 Carson S. H. “Creativity and Psychopathology: A Shared Vulnerability Model”, Can. J. Psychiatry, 56(3), 2011, pp. 144-153.

5 Rothenberg, A. Artistic Creativity, Palgrave Macmillan, 2024.

6 Falleció a los 44 años en un accidente automovilístico, al conducir ebrio.

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