Borrar de un plumazo el pasado es tendencia moderna. Lo nuevo apasiona y aprisiona: es un dictum de la modernidad. Aprender del pasado es esencial. La medicina ha recorrido largos caminos. Pasado es presente. Presente sin pasado conlleva errores. En medicina, Hipócrates es figura imprescindible.
A Hipócrates (460 a. C.-370 a. C.) se le llama el “padre de la medicina”, epíteto cuestionable, no por su falta de sapiencia, sino porque una disciplina como la medicina no puede ser hija sólo de una persona. La digresión previa como pretexto para reflexionar acerca del quehacer médico contemporáneo, cuyos derroteros deberían seguir el dictum hipocrático, “lo primero es no hacer daño” (primum non nocere), frase, por cierto, que no aparece en el Juramento Hipocrático; debido a eso, no todos los historiadores consideran la máxima como parte del legado de Hipócrates.
“Primero, no dañar”. A pesar de la continua repetición de esa idea la frecuencia de problemas que sufren los enfermos cuando los galenos se apartan de esa noción es enorme. Alejarse de la idea atribuida no es sólo responsabilidad médica. La irresponsabilidad la comparten pacientes, medios de comunicación y compañías tecnológicas y farmacéuticas, tejido denso, difícil de destejer.
Los medios de comunicación emiten incontables mensajes sobre la salud; los individuos al escuchar tejen su propio concepto de salud; las compañías farmacéuticas imponen sus proyectos y la tecnología médica siempre es más atractiva que las manos del galeno. Ante esa embestida, el galeno se ve atrapado entre hacer demasiado (solicitar incontables exámenes), o confiar en su sabiduría, apoyarse en la clínica y solicitar pocos exámenes.

La escuela conservadora sugiere: “Espera y observa”. La escuela moderna dicta: “Solicita y busca”. En “la vieja”, prima la relación entre doctores y pacientes. La segunda, “solicita y busca”, es una medicina defensiva: fundamenta sus acciones en las demandas de los pacientes contra los médicos, así como en la seducción de la tecnología. Se cometen menos errores cuando se sigue la filosofía “espera y observa”, que cuando el médico busca y solicita exámenes “para hacer”: medicar y hospitalizar.
Aunque las cifras nunca son exactas, en Estados Unidos fallecen 200 000 personas cada año por errores médicos. Algunos se cometen por exceso de procedimientos o de exámenes solicitados de manera innecesaria (medicina defensiva); otros yerros se deben a la dificultad para interpretar correctamente un examen, ya sea por falta de preparación o porque la ciencia médica no cuenta con respuestas adecuadas. Los médicos avezados, éticos e independientes lo saben: antes de intervenir, observar.
“Ante todo no dañar”, es la primera obligación médica. La segunda debería ser: “No solicitaré exámenes ni haré procedimientos si no es necesario”. El responsable de cumplir ambas obligaciones es el doctor. Para lograrlo debe realizar varias tareas. Sobresalen cuatro. Alejarse de la medicina defensiva, dialogar con el enfermo acerca de las imperfecciones de la medicina, ofrecer información acerca de las cuestiones médicas imposibles de contestar y, por último, repasar con el enfermo las teorías médicas de salud para contrarrestar la propaganda de los medios de comunicación, cuyo leitmotiv promueve vender productos médicos.
La medicina defensiva —hacer, buscar— tiene dos razones: como protección contra demandas y porque ofrece recompensas económicas. Cuando la medicina se ejerce en forma defensiva, o sin cuestionar los dictados de la tecnología, es fácil equivocarse. Pedir exámenes inadecuados conlleva riesgos. Cuando se encuentra “algo” que no se busca, muchos doctores rastrean el origen de ese “algo” con interconsultas y solicitando nuevos exámenes, usualmente más sofisticados.
La suma de más exámenes y más doctores, cuando no se hace bajo juicio adecuado, (casi) siempre perjudica al enfermo. Más estudios significa más médicos. Más médicos implica más fármacos. Más medicamentos prescritos por muchos médicos incrementan las posibilidades de daño. Cascada de errores lo denominan algunos estudiosos de la ética y filosofía de la medicina.
Quizás hoy Hipócrates diría: “Primero conocer al enfermo, solicitar lo indispensable y no buscar para hacer”, sin menospreciar la nunca vieja idea “primero no dañar”.
Arnoldo Kraus
Profesor en la Facultad de Medicina de la UNAM. Miembro del Colegio de Bioética A. C. Publica cada semana en El Universal y en nexos la columna Bioéticas.