Gracias a los buenos oficios de la memoria y a mi compañera obsesión, tengo la costumbre de regresar y trabajar ideas pendientes. Leo en The Guardian (octubre 24, 2016), excelente periódico británico, “Leading doctors list dozens of procedures that ‘give no benefit’” (Enlistan médicos líderes docenas de procedimientos que no reportan beneficios). Dado que en Inglaterra la medicina es socializada, el punto de vista de los médicos prescinde de los beneficios económicos de la medicina privada. En México, la doble moral es epidémica: “muchos” galenos obtienen jugosas ganancias por mandar pacientes a laboratorios, gabinetes de rayos X u hospitales.

La crítica británica es poderosa: proviene de la Academy of Medical Royal Colleges, institución señera y confiable. Los galenos de ese país comparten dos ideas: “algunos” tratamientos y procedimientos rutinarios son inútiles. Entre otros, mencionan los tratamientos para pequeños rasguños o cánceres terminales: tratar no ofrece mayores beneficios para el enfermo. En relación con los enfermos terminales, agrego, acompañar y paliar dolores es obligación del profesional. La flema británica en su apogeo: ¡rasguños y cáncer terminal!
La Academy of Medical Royal Colleges agrupa veintidós instituciones. Sugieren, entre otras cosas, que la colocación de algunos yesos o radiografías de espalda son inútiles y afirman que da lo mismo lavar heridas con agua potable o con soluciones estériles. Agregan la inutilidad de medir los niveles de colesterol en pacientes que toman estatinas (fármacos para disminuir la cantidad de colesterol) sin antecedentes de infartos al miocardio, enfermedad cerebrovascular o herencia familiar asociada a patologías por niveles altos de colesterol. De los cánceres terminales explican: cuando las quimioterapias anteriores han fracasado y dada la toxicidad de muchas de ellas, deben balancearse los efectos indeseables versus la posibilidad de la eficacia del tratamiento. En muchas ocasiones, la quimioterapia daña y no ofrece beneficio. Hasta aquí The Guardian.
Con frecuencia repito: “La medicina no es una ciencia exacta”, es decir: el médico no siempre tiene la certeza de saber si el tratamiento será o no exitoso. Mucho depende de la naturaleza propia del paciente —herencia, entorno, clase social, patologías asociadas, amores, desamores— y de la enfermedad: patologías idénticas afectan de formas diversas a pacientes “similares”. Debido a ese reto, el galeno tiene la obligación de individualizar a las personas y solicitar los exámenes adecuados, así como realizar los procedimientos indispensables, y no los sugeridos por tradición o costumbre, como los descritos en párrafos anteriores.
Pensar en efectos colaterales y recursos económicos y sociales es obligación del doctor, sobre todo en países como el nuestro, donde los recursos están muy mal distribuidos y cincuenta millones de connacionales carecen de seguridad médico/social. No hacer en medicina es una virtud. Esperar y observar en el quehacer médico es doble virtud. Ejercerla suma conocimientos y honestidad. Reto complejo.
Los enfermos deberían preguntarle a su médico qué hace él cuando enferma o cómo actúa con sus seres queridos cuando son víctimas de alguna patología; además, sería prudente inquirir si reciben beneficios económicos por mandar a sus pacientes a realizar exámenes.
El gran Iván Illich (1926-2002) me acompaña. En Némesis médica escribe: “La medicina moderna es una negación de la salud. No está organizada para servir a la salud sino a sí misma, como institución. Enferma a más gente de la que cura”.
No por serendipia, otro grande, Thomas Szasz, (1920-2012) escribió: “Teocracia es la regla de Dios, democracia es la regla de las mayorías y farmacracia es la regla de la medicina y de los doctores”.
No cuestionar la validez de exámenes o procedimientos es erróneo. No ser leal al enfermo atenta contra la ética. Ser sumiso a las leyes del mercadeo médico es amoral.
Arnoldo Kraus
Profesor en la Facultad de Medicina de la UNAM. Miembro del Colegio de Bioética A. C. Publica cada semana en El Universal y en nexos la columna Bioéticas.