El aumento de la esperanza de vida y la exposición a riesgos relacionados con hábitos poco saludables han transformado las principales causas de enfermedad y muerte en nuestro país. Como en el resto de los países de ingresos medios, las enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT) están dominando de manera creciente nuestro perfil epidemiológico y generan enormes presiones financieras a los hogares y al sistema de salud mexicanos.
En 1960, dos terceras partes de los decesos en el país eran por infecciones comunes, muertes maternas y padecimientos asociados a la desnutrición —las llamadas enfermedades del rezago—, pero en las siguientes décadas las muertes por estas causas disminuyeron dramáticamente. Hoy esas enfermedades son responsables del 10 % de los fallecimientos. Las ECNT, en contraste, concentraban en 1960 una tercera parte de las muertes y hoy son responsables de alrededor de 90 % de los decesos.
Las tres principales causas de muerte en México son las enfermedades del corazón, la diabetes mellitus y los tumores malignos. Esos tres padecimientos concentran la mitad (390 831 en 2023) de los decesos totales.
La primera causa de muerte en el país y en el mundo son las enfermedades del corazón. En México, en 2023, se produjeron 189 000 muertes por esta causa, más en hombres (100 473) que en mujeres (88 802).

La segunda causa de muerte es la diabetes mellitus. En México hay una prevalencia de diabetes en adultos de 18.3 % (14.6 millones): con mucho, la más alta de todos los países de la OCDE y América Latina y el Caribe, cuyas prevalencias promedio son de 7.0 y 9.9, respectivamente. En 2023, esta enfermedad produjo 110 000 decesos en México, con una distribución similar en mujeres y hombres.
La tercera causa de muerte es el cáncer. En 2023 se produjeron en nuestro país 91 000 defunciones por esta enfermedad, un poco más en mujeres que en hombres. Los tumores más frecuentes son los de vías respiratorias, cuyo desarrollo está fuertemente relacionado con el tabaquismo, y los de mama, que en 2023 produjeron 8036 decesos.
A esta lista habría que agregar las enfermedades del hígado, los padecimientos cerebrovasculares, la enfermedad obstructiva crónica y la insuficiencia renal.
Además de sufrimiento, discapacidad y muerte, las ECNT generan costos indirectos, como la pérdida de productividad —por muerte prematura, ausentismo y reducción del rendimiento en el trabajo—, que pueden poner en riesgo la estabilidad financiera de los hogares y el crecimiento económico del país. Un estudio realizado por investigadores del Instituto Nacional de Salud Pública señala que, entre 2005 y 2021, las ECNT generaron una pérdida de productividad equivalente a 103 000 millones de dólares.
La alta prevalencia de ECNT es producto de la exposición prolongada a tres tipos de riesgos: ambientales, conductuales y metabólicos, y su combinación.
Dentro de los riesgos ambientales destaca la contaminación atmosférica. Los riesgos conductuales asociados a las ECNT más prevalentes son el tabaquismo, el consumo de alcohol, el sedentarismo y el bajo consumo de alimentos saludables, en particular frutas y verduras. Finalmente, los principales riesgos metabólicos son el sobrepeso y la obesidad, la hipertensión arterial, la hiperglicemia y el colesterol elevado.
En México, la prevalencia combinada de sobrepeso y obesidad en adultos es de 75.2 %, la segunda más alta entre los países de la OCDE y una de las más altas del mundo. La prevalencia combinada de estas dos condiciones en niños y adolescentes también es alarmante: 37.3 en la población escolar y 51.1 en adolescentes.
Además de los padecimientos antes descritos, hay otras ECNT que impactan de manera importante la salud de la población pero no conducen a la muerte. En México, los problemas musculoesqueléticos (dolor de espalda, dolor de cuello, osteoartritis y artritis reumatoide) y los padecimientos mentales (depresión, ansiedad, esquizofrenia, enfermedad bipolar) caen dentro de esta categoría. Si usamos como medida de daño a la salud los años de vida ajustados por discapacidad o años de vida saludable (AVISA) —que recogen los años de vida saludable perdidos por enfermedad, discapacidad o muerte prematura—, descubrimos que el dolor de espalda y otros problemas musculoesqueléticos generan una pérdida mayor de AVISA (7.4 % de los AVISA totales perdidos) que la cirrosis o las enfermedades cerebrovasculares. Lo mismo sucede con la depresión y la ansiedad, que juntas concentran 3.7 % de los AVISA perdidos anualmente en México.
Las ECNT seguirán siendo las principales causas de muerte dentro de veinte años, pero su partipación porcentual como causa de deceso aumentará. Es decir, cálculos hechos por investigadores de la UNAM indican que la participación de las ECNT como responsables de las muertes totales aumentarán del 74 % al 86 % entre 2023 y 2043, mientras que la contribución de las enfermedades transmisibles y las lesiones a la mortalidad en el país disminuirá de 26 % a 14 %. Además, la importancia de cada una de estas enfermedades crónicas variará en función de cómo se manejen los distintos factores de riesgo. Si se controla la exposición a los riesgos metabólicos y conductuales, por ejemplo, se puede reducir la tasa de mortalidad de muchos de estos padecimientos, como las enfermedades del corazón, la diabetes, la enfermedad renal crónica y las enfermedades vasculares cerebrales. Pero si no se hace nada, las muertes por enfermedades del corazón, diabetes mellitus, enfermedad renal crónica, cáncer de pulmón y cáncer de colon y recto aumentarán 30 %, 35 %, 88 %, 71 % y 72 % en ese periodo, respectivamente.
La transición epidemiológica por la que atraviesa el país le está generando, desde hace ya varios lustros, enormes presiones financieras al sistema de salud porque el control y el tratamiento de las ECNT son mucho más costosos que el control y el tratamiento de las infecciones comunes y los problemas reproductivos. Ésta, de hecho, fue una de las razones que motivaron el establecimiento del Sistema de Protección Social en Salud en 2004, que abogó por un incremento de la inversión en salud para ampliar la cobertura de atención y enfrentar los padecimientos emergentes. A pesar del aumento del gasto en salud que generó este sistema, en México persiste una subinversión en salud, sobre todo en su componente público. Como porcentaje del PIB, el gasto público en salud es de 2.9, cifra que está muy por debajo del porcentaje que la Organización Mundial de la Salud recomienda como inversión pública en salud, que es de 6 %, y es muy inferior también a la de otros países de ingresos medios/altos de América Latina, como Argentina (6.3 %), Chile (4.9 %), Colombia (5.7 %) y Costa Rica (5.6 %).
Este pobre nivel de inversión se refleja, entre otras cosas, en la baja calidad de los servicios curativos dirigidos a las principales ECNT. Menos de 30 % de los pacientes con diabetes bajo tratamiento en las instituciones públicas presentan cifras de control. No sorprende, por lo mismo, que las complicaciones de la diabetes sean frecuentes. México presenta la cifra más alta de ingresos hospitalarios por esta causa de América Latina, que es de 208 por 100 000 habitantes, más del doble del promedio de la región, que es de 92. Por su parte, la mortalidad intrahospitalaria por infarto agudo al miocardio en nuestro país es de 27 %, cuatro veces superior al promedio de los países de la OCDE, que es de 6.9 %.
Ante la creciente pobreza de la oferta de servicios públicos para las ECNT —que incluye también la falta de medicamentos—, los pacientes han optado por recurrir a las unidades privadas de salud. Esto ha producido un repunte de los gastos catastróficos y empobrecedores por motivos de salud, que en 2022 afectaron a más de cuatro millones de hogares.
Son cuatro las medidas que es urgente tomar para enfrentar de manera razonable el enorme reto que representan las ECNT para el país: 1) incrementar la inversión en salud; 2) controlar los factores de riesgo asociados a estos padecimientos; 3) fortalecer el diagnóstico oportuno y el tratamiento temprano y efectivo de estas enfermedades, y 4) ampliar el acceso a medicinas y tecnologías.
Sin un incremento significativo del gasto público en salud no habrá manera de responder a la demanda de servicios de una población en acelerado proceso de envejecimiento, que se asocia a una creciente prevalencia de ECNT que exigen costosas tecnologías y medicamentos. Este gasto debe llegar al 4 % del PIB a más tardar en 2030 y al 6 % en 2040. Esta movilización de recursos adicionales debe empezar ya, pero se antoja casi imposible, dada la situación fiscal del gobierno federal y la bajísima prioridad que se le ha otorgado a la salud en esta administración. De hecho, el presupuesto público para la salud se redujo 11.6 % en términos reales, al pasar de 1 028 096 millones de pesos constantes en 2024 a 908 426 millones en 2025.
El mayor desafío en el combate a las ECNT es el control de sus principales factores de riesgo: el sobrepeso y la obesidad, el consumo de tabaco y alcohol, el aislamiento social y la contaminación ambiental. Además de lanzar una campaña contra el uso nocivo del alcohol y una nueva campaña contra el tabaquismo, lo más urgente es el diseño e implantación de una ambiciosa estrategia de control del sobrepeso y la obesidad, sin duda la amenaza más importante que enfrenta nuestro sistema de salud. Se requiere una campaña multisectorial, muy bien financiada, que incluya la promoción de la actividad física y una buena alimentación, el combate a la publicidad de sustancias no saludables, como los alimentos chatarra y las bebidas azucaradas, y la implantación de medidas fiscales agresivas. Esta campaña debe contar con un sistema de monitoreo y evaluación transparente y técnicamente riguroso.
El diagnóstico temprano y el tratamiento oportuno son cruciales en la evolución de las ECNT. Es indispensable implantar intervenciones puntuales para mejorar el diagnóstico temprano de la diabetes, la hipertensión y el cáncer. Es necesario, además, mejorar el control de los pacientes diabéticos e hipertensos y el manejo del infarto agudo al miocardio, además de garantizar el tratamiento oportuno de las pacientes con cáncer. Esto se logrará con protocolos de atención y campañas de monitoreo y mejora continua de la calidad de los servicios. Otro asunto importante son las enfermedades mentales, cuya prevalencia va en aumento. Estos padecimientos reciben muy poca atención y muy escasos recursos.
La cuarta medida es ampliar el acceso a medicinas y tecnologías. Sin estos insumos, no hay manera de garantizar un diagnóstico preciso y una atención efectiva de los pacientes con ECNT y reducir la mortalidad por estas causas. El incremento del presupuesto en salud permitiría garantizar el acceso a las tecnologías que requieren el diagnóstico y el tratamiento de esos padecimientos. El acceso a los costosos medicamentos oncológicos, por ejemplo, es crucial, porque además de incidir en la sobrevida de los pacientes, impacta en sus niveles de protección financiera.
El bienestar del país depende en buena medida de la salud, y hoy la salud de nuestra población depende sobre todo de prevenir y controlar las ECNT. La buena salud reduce la pobreza, protege los activos familiares, mejora el desempeño educativo, incrementa la productividad, genera un buen clima de inversión y, al hacer todas estas cosas, estimula el crecimiento económico. Este crecimiento, a su vez, genera los recursos para seguir mejorando la salud, que es un componente fundamental del desarrollo. Si no controlamos las ECNT, no podremos entrar en este círculo virtuoso y no podremos hacer de México un país más próspero y más justo.
Octavio Gómez Dantés y Edson Serván Mori
Investigadores del Instituto Nacional de Salud Pública
Este artículo expresa los puntos de vista personales de los autores y no refleja la posición de la institución donde trabajan.