Encomio del aburrimiento

El aburrimiento es, según Søren Kierkegaard, la raíz de todo mal. Si de esta raíz filosófica germina un muy tangible infierno de aburrimiento, para Victor Hugo ese lugar tendría que ser más terrible que un infierno dantesco de sufrimiento. También Isaac Asimov prefería este último averno, aunque trasplantaba el lugar de eterno aburrimiento al cielo. Una eternidad de celestial aburrición en el Jardín del Edén justificaba con creces, para Chuck Palahniuk, comerse una manzana… quizás más por ver qué más pasaba al hacerlo, que sólo por averiguar a qué sabía. Y mucho más allá del bien y del mal, Friedrich Nietzsche, junto con su advertencia a no volvernos estúpidamente santos y —¿en consecuencia?— aburridos, nos cuestionaba si la vida no era cien veces demasiado corta (y en comparación con la eternidad, es claro que se queda corto) para aburrirnos en ella.

Menos ilustres que éstos y otros autores, pero igualmente ilustrativas de la extensa negatividad asociada a la aburrición, son las recriminaciones que hacemos, o merecemos, al aburrirnos o aburrir a otros (peor aún si de evitar esto último depende, en buena medida, ejem, nuestro trabajo): “Te aburres porque quieres”, “El aburrimiento es falta de creatividad”, “Si estás aburrido, ponte a barrer” y admoniciones similares.

Ilustración: Oldemar González

Es verdad que el aburrimiento es una emoción que no por ser común es menos desagradable cada que la sufrimos. También es frustrante y estresante; es esa sensación de no tener nada que hacer, de no hallar sentido a lo que se está haciendo o de estar cansado de hacer siempre lo mismo. Esa percepción de que el tiempo se arrastra, ese deseo de querer desconectarnos mentalmente para librarnos de lo que nos está aburriendo, cuando se convierte en un estado psicológico prolongado o crónico, puede ser bastante dañina. Por aburrimiento podemos abandonar los estudios o el trabajo. Para desaburrirnos, podemos darnos de topes contra la pared, probar drogas, abusar del alcohol o tirarnos de un puente (eso sí, con una cuerda amarrada al torso, pues la aburrición es distinta a la depresión). Y un inescapable aburrimiento está entre los mayores tormentos de quienes están presos.

Pero, aunque filósofos, novelistas, psicólogos y sociólogos no se han aburrido de enfatizar los aspectos negativos y hasta patológicos del aburrimiento, no menos cierto es que no sólo los burros —en sentido literal y figurado— se aburren, y a pesar de que son escasas las investigaciones sobre la aburrición en otras especies, hay evidencia suficiente para asegurar que muchos otros animales comparten con nosotros la misma base neurológica necesaria para generar aburrimiento (o algo muy próximo a este estado). Por lo que aburrirse como ostras (esto sí es pura metáfora) debe de tener alguna ventaja adaptativa (que no es, por supuesto, matar de aburrimiento a una presa o a un depredador) para que la selección natural haya favorecido su presencia y evite con eso que se extingan los aburridos.

Entre los estudios de animales con aburrición tenemos, por ejemplo, el caso de visones americanos, algunos de los cuales permanecieron encerrados durante varios meses en típicas jaulas para comparar su comportamiento con el de quienes durante el mismo tiempo fueron colocados en ambientes enriquecidos con una gran variedad de objetos manipulables a su disposición.1 Los visones enjaulados se aburrían de lo lindo, por lo que se la pasaban comiendo croquetas y salchichas para hot dog en cantidades mayores que los visones en ambientes enriquecidos. Estos visones en cautiverio al estilo Centro de Readaptación Social (salvo por la comida) aprovecharon, además, toda ocasión para explorar algo que los librara de la monotonía diaria, aunque no tuviera ninguna relevancia biológica para ellos (por no haber algo similar en su hábitat, en libertad), como el olor de velas aromáticas. Ni siquiera les importó inspeccionar estímulos que evitarían al máximo en libertad, por representar un posible riesgo para su sobrevivencia, como el olor de un depredador (orina de gato montés, en los experimentos).

En la literatura científica hay también cerdos en cautiverio que, sin mucho que hacer, de repente se ponen a mordisquear la cola del cerdo vecino;2 ratas noruegas que, al manterlas a oscuras por tiempos prolongados, se ponen a jalar como locas palancas para obtener flashazos de luz;3 hámsteres que, tras una eternidad (más de dos meses) con acceso ilimitado a comida del mismo sabor, a la primera oportunidad prefieren probar comida de otro sabor.4

Baste con esto para dejar en claro que cuando uno se encuentra como león enjaulado o como visón, cerdo, hámster, rata y la mayoría de las especies animales en ambientes poco estimulantes para que desarrollen o mantengan una flexibilidad óptima de comportamiento y habilidades de aprendizaje, el aburrimiento provee la motivación necesaria para que exploren, aprendan e, incluso, innoven. Así, quienes se aburren con mayor facilidad tienen mayores probabilidades de sobrevivir y reproducirse, y no es casual que niños y jóvenes sean especialmente propensos a aburrirse.5

Según el escritor David Foster Wallace, “no hay nada que no pudiera lograr quien fuese inmune al aburrimiento”, pero lo opuesto es lo real: el aburrimiento es un mecanismo evolutivo que promueve estrategias de supervivencia y, de ser inmunes a él, ya estaríamos extintos. Al hallarse en ambientes severos e impredecibles, una de estas estrategias consiste en adoptar un ritmo de vida rápido, en ser más impulsivo, tomar más riesgos, pensar más a corto plazo y ser sexualmente más promiscuo. En países con ambientes así (por desgracia, México no fue incluido en el estudio, aunque en este momento nuestro país es, al parecer, todo menos aburrido), la tendencia de la población a aburrirse y a adoptar un ritmo de vida rápido queda exhibida por una menor esperanza de vida, una mayor tasa de fertilidad y una menor inversión de recursos paternales en sus descendientes.6

Postulada por Etgar Keret en voz de Gur, personaje de uno de sus cuentos, su teoría del aburrimiento señala que todo lo que hoy pasa en el mundo es por aburrimiento, y que todo es en 95 % aburrición. ¿Exagerado? Tal vez. Pero la teoría de Gur/Keret es al menos patente en un artículo como el presente en el que, con excepción de su escritura y, ojalá, de su lectura, no se trata más que de aburrimiento puro.£

 

Luis Javier Plata Rosas
Doctor en Oceanografía por la Universidad de Guadalajara. Sus más recientes libros son: En un lugar de la ciencia… Un científico explora los clásicos y El hombre que jamás se equivocaba. Ensayos sobre ciencia, literatura y sociedad.

 

1 Meagher, R. K., y Mason, G. J. “Environmental enrichment reduces signs of boredom in caged mink”, PLoS One, 7(11):e49180, 2012.

2 Studnitz, M., y otros. “Why do pigs root and in what will they root?: A review on the exploratory behaviour of pigs in relation to environmental enrichment”, Appl. Anim. Behav. Sci. 107:183e197, 2007.

3 Berlyne, D. Conflict, arousal, and curiosity, McGraw-Hill, 1960.

4 DiBattista, D. “Preference for novel flavors in adult golden hamsters (Mesocricetus auratus)”, J. Comp. Psychol. 116(1), 2002, pp. 63-72.

5 Caldwell, L. L., y otros. ‘‘‘Why are you bored?’: An examination of psychological and social control causes of boredom among adolescents’’, J. Leis. Res. 31:103, 1999.

6 Kim, G., y Choi, E. “Pace of life is faster for a bored person: Exploring the relationship between trait boredom and fast life history strategy”, Evol. Psychol. 23(1), 2025, pp. 1-13.

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