1. El dulce hogar PULIDO, hombre de moralidad, lee a BASILIA, su amantísima esposa, un libro que se titula Los encantos del hogar doméstico, escrito por una cuñada de doña María del Pilar Sinués de Marco. La prole: JUANITO, PEDRITO, LOLITA y MARIQUITA juegan alrededor de los felices padres.
PULIDO.—(Leyendo en voz alta.) “El hogar es el nido de la paz, el templo de la tranquilidad, el amparo contra todas las agitaciones de la vida”.
BASILIA.—(A PULIDO.) ¡Muy bonito! (A JUANITO.) Muchacho, no te metas el dedo en la boca…
PULIDO.—“Es la playa salvadora donde mueren todas las tempestades de la vida…”
LOLITA.—Mamá, ya se me cayó el otro diente.
BASILIA.—Pues ponlo en un agujerito, para que el ratón te lo cambie.
PULIDO.—(Continúa.) “El hombre que no ama los dulces goces del hogar, sin duda no tuvo madre, o si la tuvo no la conoció”. (Óyese en el patio una música especial, acompañada de un canto aguardentoso.)
Amo los barquillos,
¿quién quiere comprar?,
a quince por medio,
a treinta por real…
mirando que el tiempo
está muy fatal…
MARIQUITA.—Mamá, ¿me das el centavo que me debes?
BASILIA.—¡Ah, qué familia esta, Dios mío!
MARIQUITA.—Por vida tuyita, mamá.
BASILIA.—(Impaciente.) Dile a Tomasa que te lo dé del vuelto y que te dé también un poquito de tente allá.
Los mismos, menos MARIQUITA.
PULIDO.—(Impasible.) “¿Quién se atrevería a negar la influencia moralizadora del hogar en el espíritu del hombre?”. (Óyese un rumorcito sordo y los niños se ríen a medio tono.)
BASILIA.—(Airada.) ¿Habrase visto, muchachos puercos?
JUANITO.—Mamá, yo no fui…
PEDRITO.—¿Quieres que te jure que yo no fui, mamá?
LOLITA.—(Tímidamente.) Yo tampoco…
BASILIA.—(A Lolita.) ¡Tú, tú fuiste, cochina! A ver si se va afuera a espolvorear… ¡Ándele, largo de aquí!
PULIDO.—(Cerrando el libro.) Dejaremos pendiente la lectura… Que me traigan mi chocolate.
BASILIA.—Tomasaaa…, el chocolate del señor… Que no esté muy caliente, ¿eh? (8 septiembre 1898.)
2. Un impenitente liberal DON MOCTEZUMA RABICORTO, liberal rojo, está agonizando. Su mujer lo conjura por todos los santos del cielo a que se confiese, a menos que opte por irse al caso mocho. DON MOCTEZUMA se defiende como un gato bocarriba.
LA ESPOSA.—Hijo de mi alma, ¿ya consientes?
DON MOCTEZUMA.—No consiento ni ahora ni nunca.
LA ESPOSA.—Hazlo por tus hijos, vida mía…
DON MOCTEZUMA.—¡Que no quiero!
LA ESPOSA.—Por mi amor…
DON MOCTEZUMA.—Nones.
LA ESPOSA.—Por ti, por tu alma.
DON MOCTEZUMA.—(Que delira ya y se acuerda de “La Revoltosa” [zarzuela de 1897 donde aparece la expresión siguiente], haciendo una mueca.) ¡Lo que es pa mí… plim!
LA ESPOSA.—(Enérgica.) Bueno, pues o te confiesas o te tomas la purga… escoge. (Don Moctezuma hace un gesto que quiere decir que no, que no; que todo menos la purga.) Entonces traigo al padre.
DON MOCTEZUMA.—(Mueve la mano derecha.) No, tampoco… ni la purga ni el padre.
LA ESPOSA.—(Llamando.) A ver, Felícitas, tráeme la taza…
DON MOCTEZUMA.—(Medio asfixiado, se incorpora y mueve desesperadamente la cabeza.) No, no; no consiento en eso.
LA ESPOSA.—(Impasible.) La purga, Felícitas…
DON MOCTEZUMA.—(Coge la almohada que más cerca está y se acoraza.) No, no…
LA ESPOSA.—Entonces, te confiesas; escoge, o el padre o la purga…
DON MOCTEZUMA.—(Vencido.) Que me lo traigan…
Los periódicos ortodoxos a coro, el día siguiente: “Hemos sabido que el conocido personaje liberal don Moctezuma Rabicorto se confesó con gran devoción anoche, abjurando de su perverso credo; y es que habiendo la amenaza de… la muerte, no hay impío que no se convierta. Su cristiana esposa, en medio de su desolación, debe sentir íntimo consuelo, pues debido a ella, su cónyuge será salvo.
“Mírense en ese espejo los liberalescos”. (20 septiembre 1898).
Fuente: Amado Nervo, “Teatro mínimo”, en Obras completas I, Aguilar, 1991.