Mi relación con Soledad Loeza, a diferencia de quienes la conocen por su obra como politóloga e historiadora de las clases medias en México y del Partido Acción Nacional, se basa más en su faceta de conocedora profunda de la política de los países europeos, región en la que me especialicé. Tenerla como profesora fue un cimiento sobre el cual construí y definí mi carrera académica. No sólo fue una mentora y un estímulo intelectual. Con los años nos hicimos buenas colegas y también amigas. Lo que relato aquí más que una reflexión sobre lo que ha investigado o su pensamiento, que otros podrán hacer mucho mejor que yo, narraré cómo su figura me ha acompañado a lo largo de mi vida adulta de muy distintas formas.
Soledad Loaeza y la Olimpiada Mexicana de la Historia
El trabajo de la academia muchas veces se piensa como algo alejado de la sociedad, se afirma que lo que investigamos se queda en publicaciones que pocos leen y que apenas tiene incidencia en la vida cotidiana de las personas. Sin duda, hay muchas cosas por hacer para que existan tanto una mejor difusión como una mayor divulgación del conocimiento producto del quehacer académico. Pero también hay que poner las cosas en perspectiva y reconocer que existen proyectos a los cuales no se les reconoce la importancia o la incidencia que logran. Considero que un claro ejemplo son las olimpiadas del conocimiento.
Soledad Loaeza y la Ciencia Política
En su discurso tras ser condecorada con la Legión de Honor de Francia en 2016, Soledad Loaeza recordaba a los jóvenes politólogos mexicanos, muchos deslumbrados por la elección racional y la obsesión cuantitativa de la academia estadunidense, que fue Alexis de Tocqueville quien fundó la ciencia política. Frente al experimento democrático en Estados Unidos, Tocqueville se planteó nuevas preguntas sobre las costumbres y las condiciones que lo hacían posible y las respondía con el análisis metódico de lo que observaba. Loaeza elogiaba al autor de Lademocracia en América en estos términos: “La obra de Tocqueville combina conocimiento histórico, rigor analítico, imaginación, creatividad y buena pluma”.
Soledad Loaeza y la ciencia política mexicana
El primer acercamiento que tuve a la obra de Soledad Loaeza fue su libro El Partido Acción Nacional: la larga marcha, 1939-1994. Oposición leal y partido de protesta, que leí para el curso Sistema Político Mexicano, cuando estudiaba la licenciatura en El Colegio de México. En ese libro, la autora explora los orígenes intelectuales del PAN. Muestra cómo ese partido se propuso buscar una tercera vía entre el capitalismo individualista y el colectivismo y cómo surgió para defender el derecho a la participación de élites que no encontraban cabida en el proyecto cardenista.
Soledad Loaeza y la ciencia política: entre Tocqueville y Aron
Es bien conocida la admiración que Soledad Loaeza tiene por la ciencia política europea, en concreto la francesa. De entre los muchos autores galos que ha leído y domina, dos de ellos han ejercido sobre ella una enorme atracción: Alexis de Tocqueville y Raymond Aron. Esto se explica por diversos motivos, algunos personales, algunos biográficos (me refiero a las trayectorias vitales de ambos pensadores), algunos académico-intelectuales y algunos de afinidad ideológico-política. Como sucede a menudo con las “simpatías” intelectuales, de ellas se siguen, con relativa frecuencia, ciertas “antipatías”. En estas líneas me ocuparé de algunos aspectos destacados de la visión de la profesora Loaeza sobre la ciencia política y sobre su modo de entenderla. Me parece que, considerados en conjunto, esos aspectos contribuyen a explicar el lugar que ella ha ocupado y ocupa en el panorama de la ciencia política mexicana del último medio siglo.
Las Clases medias de Soledad Loaeza
Clases medias y política en México: la querella escolar 1959-1963 (El Colegio de México, 1988), de Soledad Loaeza, es la historia de un alegato dramatizado y de una movilización política de sectores de clases medias contra los libros de texto gratuitos (y presumiblemente “únicos”), ideados, impresos y distribuidos por el gobierno de México, durante el sexenio del presidente Adolfo López Mateos (1958-1964).
Trabajo y derechos
Sobre el trabajo en México aún hay muchos asuntos que resolver. Están el acoso y la violencia en los centros laborales a los que se enfrentan, en su mayoría, las mujeres. Qué decir de la falta de reconocimiento de derechos para las trabajadoras del sexo. Las personas trabajadoras del hogar siguen luchando por un salario justo y seguridad social.
Violencia y acoso en el trabajo
A lo largo de los últimos quince años, la legislación laboral mexicana ha experimentado transformaciones significativas para abordar la violencia y la discriminación, pero aún persisten brechas importantes en relación con los lineamientos establecidos en el Convenio 190.
La lucha laboral de las putas
Hace un año mis colegas y yo salimos a las calles de Ciudad de México junto con cientos de trabajadores que exigen seguridad social, contratos transparentes, salarios justos, entre otras demandas. El asombro fue inmediato: “¿Ustedes qué hacen aquí?”. “Pues somos trabajadoras y queremos derechos”.
El hogar: derechos laborales
Para la transformación estructural del trabajo del hogar es indispensable que quienes emplean a las personas trabajadoras del hogar reconozcan sus derechos laborales, que haya una asignación presupuestaria y un cambio cultural profundo. Es urgente pasar del discurso al cumplimiento efectivo del Convenio 189, la Ley Federal del Trabajo y la Ley del Seguro Social.
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