El pasado es irrecuperable

A diferencia de innumerables caudillos, prohombres, dictadores y redentores de diversa índole, Mario Vargas Llosa no quería ser estatua. Tampoco, acaso, deseaba ser objeto de complicadísimas elegías porque para él un escritor vive o muere en sus obras y nada más. Lo que define el triunfo de la literatura sobre la realidad es su capacidad para construir un mundo de mentiras que podamos habitar.

Soledad Loaeza y el guiño de la historia

Un tipo de ciencia política sueña con emanciparse de la historia. Es una fantasía que acompaña al anhelo de acercarse a la física. Aunque los modelos predictivos están fuera del alcance de la disciplina, los politólogos les tienen una abierta o encubierta envidia a los economistas, quienes parecerían haber dado ese salto cuántico que separa la mera opinión de las ciencias de verdad. Recuerdo haber sido inoculado contra esa tentación durante mi formación. Cuando estudiaba el doctorado, en una ocasión David Laitin discurrió sobre el genio del antropólogo Clifford Geertz que proponía que desde un punto de vista externo era imposible distinguir entre un tic en el ojo y un guiño.

La sonrisa de Vasconcelos

Si José Vasconcelos pudiera ver las andanzas de Roosevelt Montás (1973) sonreiría. Montás es un profesor de la Universidad de Columbia; el último de una larga estirpe de educadores que desde hace más de un siglo creen en el valor de enseñarles los libros clásicos de la civilización occidental a los jóvenes universitarios. Es autor de Rescuing Socrates (Princeton U. Press, 2021), un manifiesto que reivindica lo que los estadunidenses llaman “educación liberal”: la enseñanza de la historia, la literatura, la filosofía y otras humanidades como parte de la formación humanística de los estudiantes. El libro es un alegato que toma la biografía del autor como la mejor muestra del poder de autores como Platón y San Agustín.

Leer El Zarco después de Pancho Villa

Nunca habíamos sido tan contemporáneos del Zarco como ahora. La novela, escrita por el liberal decimonónico Ignacio Manuel Altamirano (gran discípulo de Ignacio Ramírez), fue publicada en 1901 aunque el autor la terminó en 1888. Como es sabido, el libro cuenta la historia de un carismático bandolero rubio, apodado el Zarco, miembro de una banda, los Plateados, que asolaba la región de Yautepec al término de la guerra de Reforma.

El realismo de la fantasía

La literatura ilumina a la teoría política de formas sorprendentes. Dos fabulaciones sobre lunas rebeldes se han convertido en obras de culto para anarquistas de distinto signo. Se trata de La luna es una cruel amante (1966) de Robert A. Heinlein y Los desposeídos (1974) de Ursula K. Le Guin. En ambas obras los pobladores de los satélites (la luna terrestre en el caso de Heinlein, y Anarres, una luna del planeta ficticio Urras, en el caso de Le Guin) se rebelan de sus planetas originarios para formar nuevas sociedades anarquistas. Ambos libros son obras de culto para los anarquistas, pero no podrían ser más diferentes.

Yo, el Supremo

El 30 de octubre la Cámara de Diputados aprobó modificaciones a los artículos 105 y 107 de la Constitución con 343 votos a favor y 129 en contra. Al día siguiente los obsecuentes congresos estatales oficialistas las ratificaron. A partir de ahora las reformas constitucionales no podrán ser impugnadas e invalidadas por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). La SCJN no es ya el guardián de la Constitución. Pocas veces en la historia del país se había visto un atentado tan claro al principio fundacional de la separación de poderes que se encuentra en nuestros textos constitucionales desde 1824.