Si no hay cuerpo, no hay delito

Nadie puede acusar a una persona de sentarse a la mesa a platicar con su perro y no significa que no exista diálogo y entendimiento entre los dos. Hay una batalla permanente por los límites entre el perro y el dueño de la casa, fronteras que el animal busca trasgredir y el amo imponer. El resultado es ese modus vivendi propio de cada hogar, donde el amo decide o, en no pocos casos, donde el perro gana terreno e impone condiciones que el amo termina por naturalizar. Exactamente lo mismo sucede entre los gobiernos y el crimen organizado. No necesitan sentarse en una mesa a platicar para entenderse. Las balas hablan y la ausencia de éstas también. Los abrazos se reciben como muestras de cariño y los no balazos construyen el marco de acción.

El brutal incremento de las desapariciones en el sexenio de López Obrador es el resultado de una política pública de seguridad que nunca fue hecha explícita pero si comunicada y entendida. “No son desapariciones forzadas porque no fue el Estado”, alegan los propagandistas de la llamada Cuarta Transformación con el simplismo que caracteriza la creencia. El Estado, sin embargo, tienen que ver con las desapariciones de varias maneras, todas perversas.

Entender la desaparición

La desaparición en México es un fenómeno que engloba distintos problemas. Lo que hay en común en todas las desapariciones es la ausencia involuntaria de una persona y un sujeto individual o colectivo que perpetra la desaparición: alguien, en algún momento del proceso de desaparición, decidió tomar la vida del otro.

Escuelas bajo asalto: Michoacán

Una mañana de enero del 2025, el profesor Ramón Paz murió porque en la parte delantera de su vehículo estalló una mina terrestre instalada por un grupo delincuencial. El maestro Ramón circulaba en su camioneta por un camino de terracería rumbo a la telesecundaria donde impartía clases. El explosivo, escondido sobre unas piedras, estaba en el tramo del camino que conecta dos localidades de la denominada Tierra Caliente: El Tepetate y Las Bateas, en el municipio de Apatzingán, al suroeste de Michoacán. Este suceso no fue un hecho aislado. De 2022 a 2024, al menos ocho personas murieron por pisar accidentalmente este tipo de minas colocadas en caminos, ranchos y campos de cultivo en la región. Las víctimas han sido campesinos, jóvenes jornaleros, militares y profesionistas. En esta zona, el equipo antibombas de las Fuerzas Armadas desactivó 87 minas terrestres en el primer mes de 2025.1

Este tipo de tácticas de combate entre organizaciones criminales antagónicas evidencian la intensidad del conflicto armado en la zona rural del Valle de Apatzingán que, al menos durante dos décadas, envuelve la vida cotidiana de decenas de localidades. Estas situaciones sugieren la profesionalización y el asesoramiento militar de las técnicas con las que se produce muerte y terror. En medio de todo, la población civil queda atrapada y se convierte en víctima en un ámbito de impunidad sistemática.

¿Qué ocurre con la escuela en esos entornos? ¿Cómo están experimentando las comunidades escolares estas violencias? En Tierra Caliente, como en muchas otras regiones del país donde hay una estatalidad limitada,2 el personal educativo enfrenta desafíos inéditos para realizar sus actividades académicas por este tipo de inseguridad derivada de las violencias desplegadas y reguladas por actores criminales con un gran poder de fuego y profunda penetración social.

Escuelas bajo asalto: Chiapas

Chiapas ha ocupado los primeros lugares en rubros que indican su vulnerabilidad social: pobreza, analfabetismo, rezago escolar y escaso acceso a la educación superior. Estos indicadores se han agudizado con la violencia intracomunitaria y la provocada por la delincuencia organizada.

Estas violencias no son recientes, pero se multiplicaron a partir de la pandemia, cuando diversos grupos, entre ellos el Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación, comenzaron a disputarse territorios en las regiones de la Frailesca, Sierra Mariscal y Fronteriza. Esto derivó en la captura de comunidades enteras, el cierre de escuelas, centros de salud, oficinas públicas y la suspensión del servicio de transporte público.

En estas zonas se hicieron cotidianos los secuestros, asesinatos, reclutamientos forzados, cobros de derecho de piso, establecimiento de retenes y control de la población para manifestarse a favor de los cárteles y en contra de la presencia de policías o del Ejército.

El gobierno de Rutilio Escandón Cadenas (2018-2024) negó el incremento de la violencia en Chiapas, a pesar de las denuncias ciudadanas sobre la coerción que se sufría y que afectaba todos los ámbitos de la vida.

Como si nada pasara
Los desplazados en México

Zenaida prometió que llegaría a más tardar a la 1 a. m. Cuando pasó esa hora su hermana no estaba muy preocupada; pensó que una llanta se habría ponchado. Algo común en donde vivían: el estrecho montañoso de la costa rural de Michoacán. Alrededor de las 9 p. m. su madre vio una caravana de camionetas, las mismas que usan los sicarios, a toda velocidad en la misma dirección en que había ido Zenaida.

Las hermanas se mudaron con su familia a la región hacia fines de los años setenta, cuando la mayor —a quien llamaré Natalia— tenía 5 años y Zenaida era una bebé. Prácticamente nadie vivía en la costa de Huahua, donde su padre administraría más de cien cabezas de ganado. La familia abrió un pequeño restaurante de mariscos en un pueblo cercano; también tenían una pulpería, una lavandería y rentaban cuatro cabañas. “Era perfecto, teníamos todo lo que necesitábamos”, me dijo Natalia.

A principios de los 2000 la violencia en la zona llegó a su pico con la “invasión” de Los Zetas, la fuerza paramilitar del Cártel del Golfo que empezó a reclutar miembros mientras tomaba control del tráfico de drogas, minería ilegal y explotación forestal. Ni Natalia ni Zenaida “andaban metidas en algo”, así que nunca se preocuparon. Pero la familia era dueña de propiedades y Zenaida participaba en brigadas de búsqueda de fosas clandestinas, ganándose la ira del grupo criminal Los Tenas. En abril de 2019 el grupo le dijo a la familia que tenían ocho días para desalojar su casa e irse del pueblo; al resistirse, recibieron una serie de mensajes anónimos exigiendo 100 000 pesos. Las hermanas denunciaron en una oficina local de la Fiscalía General del Estado de Michoacán. No se hizo nada: “No enviaron a nadie a ayudarnos”, me dijo Natalia. Dos meses más tarde, después de que vieron a su vecino interactuar con Los Tenas, Zenaida pidió ayuda de nuevo, esta vez a una oficina de gobierno distinta.

A las 5 a. m. de esa noche de junio de 2019, todavía sin saber de su hermana, Natalia y su mamá manejaron bajo un aguacero en busca de Zenaida. Por un remoto camino rumbo a Maruata encontraron un auto similar al que manejaba Zenaida con las luces encendidas. Estaba acribillado. Natalia salió, fue hacia el auto y regresó en silencio. Estaba muy cansada, demasiado en shock, como para decir que Zenaida, su amorosa hermana, yacía muerta. “No es nada, vayámonos a casa”, le dijo a su mamá.

Muerte en Nogales

El 30 de enero de 2023 Gabriel Cuen Buitimea, un mexicano de 48 años, se adentró en el desierto de Sonora a pocos kilómetros al este de Nogales, Arizona. Ahí las vigas metálicas del muro fronterizo, de nueve metros de altura, se precipitan de manera abrupta sobre caballetes y vallas para ganado. Hacia el mediodía Cuen Buitimea y un grupo de hombres saltaron los caballetes, pisaron Estados Unidos y corrieron hacia el norte. Tiempo después escucharon lo que sonaba como un auto de la Patrulla Fronteriza y huyeron en varias direcciones. A las 2:30 p. m. Cuen Buitimea caminaba hacia el sur con un hondureño llamado Daniel Ramírez; su intención: regresar a México y cruzar de nuevo. No lo sabían, pero estaban en el Vermilion Mountain Ranch, de casi 70 hectáreas y propiedad de Wanda y George Alan Kelly, pareja de retirados en sus 70 años. El muro fronterizo era visible en el horizonte; la casa del rancho estaba a poco más de 100 metros de distancia, tras un matorral de mezquites. Ramírez diría después que no lo notó, aunque pudo ver al flaco caballo rojo de Kelly en un pastizal cercano.

Mientras los hombres pasan, Alan está en la cocina haciéndose un sándwich y Wanda acaricia a su gato en la sala. En la televisión, Fox News: una entrevista con Carlos Giménez, congresista republicano de Florida. “En este momento hay gente en México queriendo cruzar. “Calculamos un millón y medio de intrusos desde que, como saben, empezó la administración de Biden”, dijo Giménez.

De pronto Alan le dijo a Wanda que guardara silencio. Por la ventana de la sala dos hombres caminaban a una distancia de casi un estadio de futbol americano y sostenían —le dijo más tarde al jurado— al menos un rifle. Alan fue al perchero y tomó una AK-47 mientras Wanda marcaba el número de Jeremy Morsell, el agente de la Patrulla Fronteriza con quien su esposo creía tener una amistad.

Primer aviso sobre la tormenta judicial

I

No existe un retroceso institucional más demoledor para la democracia mexicana —que se construyó a lo largo de muchas décadas— que la reforma judicial impulsada por el expresidente López Obrador y materializada por la presidenta Sheinbaum.

No es exagerado sostener que, con esa operación constitucional y legislativa, México ya no pertenece al conjunto de países que, desde la segunda posguerra del siglo XX, adoptaron el modelo democrático constitucional como diseño del Estado. Me explico.

Ese modelo de organización política tiene un conjunto de instituciones concretas y cada una es necesaria para que el modelo subsista. Si falta alguna de esas condiciones, el constitucionalismo democrático no existe.

No me detendré a identificar cada una de las condiciones, pero para sostener la conclusión que he adelantado, es importante advertir que separar los poderes y la existencia de jueces o tribunales constitucionales son dos de ellas.

De la separación de los poderes penden dos principios basilares del constitucionalismo: el principio de legalidad y el principio de imparcialidad. Este último depende de la independencia judicial ante los otros poderes (sobre todo el Ejecutivo y el Legislativo).

Educación en México:
Emergencia y catástrofe

El pasado 23 de febrero se viralizó en redes sociales el video en el que un alumno de la secundaria técnica 67 de Ciudad de México intenta leer un texto en español en presencia de Claudia Sheinbaum. Era una de esas prácticas que, como osos de organillero, acostumbran los maestros con los estudiantes cuando va alguna personalidad a visitar la escuela. El número no resultó. El chico, de unos 13 años, se mira angustiado, alcanzó a decir apenas unas cuantas palabras entre risas de la ilustre invitada y la directora del centro, trastabilló y abandonó frustrado el podio. Salió mal. O, mejor dicho, fue un reflejo trágico de lo que está pasando en buena parte de la educación pública mexicana. Veamos.

Establecer los fines de la educación es una reflexión filosófica tan antigua como la humanidad misma. Pero proporcionar una educación de calidad puede representarse de manera muy gráfica y consiste en que los niños aprendan lo que deben aprender, lo aprendan bien y eso se exprese en los logros de aprendizaje. En el episodio relatado, la pregunta es sencilla: ¿el alumno sabía leer, pudo hacerlo o no? Hay muchas salidas: trivializar el hecho, decir que se puso nervioso, tuvo un mal día u ofrecer explicaciones pedagógicas, pero el resultado es el mismo, no pudo. Y es criminal con el niño, con sus padres y la sociedad que la escuela pública no pueda proporcionar lo más básico: enseñarlo a leer debidamente. Quizá cuando, en modo woke, domine el náhuatl, correrá con mejor suerte.

Ése es el centro del problema en que México está metido —y vaya que ya tiene demasiados— y cuya solución exige reconocer que estamos ante una emergencia educativa. ¿Qué quiere decir esto? Comprender que si lo que todo país quiere es que mejoren los logros de aprendizaje y las trayectorias de los estudiantes, eso dependerá de armonizar un círculo virtuoso compuesto por la efectividad y excelencia del modelo, los planes y programas educativos; las habilidades, competencias y desempeño de maestros y alumnos; la dedicación de los padres de familia; el liderazgo escolar; la formación y selección de docentes; la inversión en infraestructura, y los recursos tecnológicos y didácticos al alcance del alumno.

¿Por qué la caída del 6 % al 2 %?

En dos sexenios consecutivos, de 1958 a 1970, cuando fue ministro de Hacienda Antonio Ortiz Mena, la economía del país no sólo creció al 6 % anual, sino que este avance se obtuvo sin inflación y sin incremento de la deuda pública… La política económica aplicada durante el periodo neoliberal, de 1983 a la fecha, ha sido la más ineficiente en la historia moderna de México. En este tiempo la economía ha crecido en 2 % anual.

Retomo ese fragmento del discurso inaugural del presidente Andrés Manuel López Obrador para señalar cómo ignoró contextos y causalidades y comparó peras con manzanas. Esos sesgos podrían atribuirse a un discurso populista que arropa la realidad a su conveniencia. Pero la falta de objeción del gremio de los economistas sugiere algo más preocupante: una auténtica confusión acerca del crecimiento de México. ¿Como pudimos crecer tan rápido durante el Desarrollo Estabilizador y luego tan poco durante el periodo neoliberal, a pesar del incontestable éxito exportador de nuestro país y el postulado de la teoría económica convencional de que la apertura comercial debería favorecer el crecimiento?

La experiencia mexicana con el crecimiento ha sido alucinante, quizás única.

Kafka nos describió antes

Cuando Borges señaló que Kafka había logrado influir en el pasado, Andrés Neuman no tardó en afirmar que leer es un acto secretamente colectivo, pues su obra interviene en nuestra memoria y, al hacerlo, abre nuevas posibilidades para el futuro.

En 1925, mientras Hitler publicaba Mi Lucha, Stalin consolidaba su poder absoluto en la Unión Soviética y un coronel español de apellido Franco dirigía el decisivo desembarco de Alhucemas en la Guerra del Rif, el mundo avanzaba sigilosamente hacia un punto de no retorno. Aquel decisivo año, marcado por tensiones políticas, ideológicas y militares, sentaría las bases de los grandes conflictos que definirían el rumbo del siglo XX.

Entre tanto desasosiego, un abogado de origen checoslovaco, nacionalizado israelí, tomó una decisión que cambiaría para siempre el panorama de la literatura contemporánea. Max Brod, ignorando la última voluntad de su amigo Franz Kafka, fallecido tan sólo un año antes y quien le había pedido quemar todos sus manuscritos “hasta la última página”, sacó a la luz El proceso.

Han pasado cien años de esos sucesos, estamos en 2025 y se le atribuye a Mark Twain decir que “la historia no se repite, pero rima”. La frase encierra la despejada profundidad del enigma para tiempos en los que los fascismos y los populismos van de la mano de multimillonarios cuyas distorsionadas ideas de progreso moldearán nuestro futuro a costa de la democracia y la igualdad social.

Sheinbaum y los feminismos

El 8 de marzo de 2025 es el primer Día Internacional de las Mujeres en el que México tendrá a su cabeza no sólo a una mujer —Claudia Sheinbaum—, sino a una presidenta que se ha autonombrado feminista. En comparación con sus otras identidades que ella misma ha exaltado —sobre todo la de ser de izquierda—, Sheinbaum ha hecho explícito su feminismo en menos ocasiones. Pero su planteamiento ha sido claro: no sólo se llama a sí misma feminista, también señala que “la transformación” que ahora lidera también lo es. ¿Eso qué nos dice? Y, más aún, ¿por qué importa reconocer, entender y contextualizar el feminismo de Sheinbaum?

Me parece crucial reconocer que escribo estas líneas días después de que Donald J. Trump llegó, una vez más, a la Presidencia de Estados Unidos. El mismo día de su designación firmó una serie de órdenes ejecutivas sobre una variedad de asuntos. Entre ellos, el referente a las desigualdades, en particular las raciales y de género. Son varios los documentos que se relacionan con esa problemática, pero destaco dos: el primero, arremete en contra de todos los esfuerzos por garantizar la “diversidad, equidad e inclusión” en los gobiernos y otros espacios, como las empresas. El otro, va en contra de cualquier mecanismo de designación basado en factores distintos al mérito de las personas, como es el caso, para él, de las acciones afirmativas. Bajo su lógica, vivimos en un mundo en el que las personas tienen las mismas oportunidades, en el que existe igualdad, por lo que no es necesario ningún esfuerzo adicional ni mecanismo de corrección. Lo que corresponde es dejar que ganen quienes sean mejores.

Desde esta perspectiva, el contraste con Sheinbaum es evidente. Al tercer día de ocupar la Presidencia, ella envió al Congreso de la Unión un paquete de reformas cuyo objetivo central es garantizar la “igualdad sustantiva” para las mujeres. El apellido a la igualdad es importante: es frecuente que el concepto “igualdad sustantiva” se utilice en contraposición al de la “igualdad formal”. ¿Cuál es la diferencia?

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