Ante la inteligencia artificial

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En enero la empresa china de inteligencia artificial DeepSeek lanzó su último modelo que irrumpió los ámbitos de la investigación técnica para convertirse en noticia internacional. La sorpresa: una compañía emergente desarrolló un modelo de razonamiento a la par de los presentados por los laboratorios más avanzados de Estados Unidos, pero a una fracción del costo —en principio, apenas a una treintava parte—. Este avance reconfiguró las suposiciones sobre el futuro de la innovación en inteligencia artificial (IA) para México y otros mercados emergentes, lo cual abrió una ventana de oportunidad en lo que parecía ser una carrera dominada por dos grandes potencias.

El éxito de DeepSeek sugiere que es posible crear plataformas de IA competitivas, incluso en países que no disfrutan del acceso ilimitado de Estados Unidos a chips avanzados o de su ecosistema tecnológico. Si bien el poder de cómputo sigue siendo un factor crucial, el modelo de eficiencia y bajo costo de DeepSeek indica que naciones como México tienen la posibilidad de beneficiarse de la IA aun cuando Estados Unidos y China dominen la frontera tecnológica.

Conviene, por supuesto, matizar: la innovación de DeepSeek, aunque relevante, ha suscitado dudas. Algunos cuestionan su fuerte dependencia a modelos abiertos de Estados Unidos y su metodología para calcular costos de entrenamiento inusualmente bajos. DeepSeek reporta un gasto de 5.6 millones de dólares y emplear alrededor de dos mil chips de NVIDIA para entrenar su modelo, cifras muy inferiores a las que manejan OpenAI o Google para proyectos de tamaño similar. Sin embargo, analistas advierten que, si se consideran costos adicionales —pruebas de entrenamiento y desarrollo—, el monto real podría acercarse a los 500 millones. La infraestructura de hardware, el talento de ingeniería y el acceso a capital siguen siendo pilares de la innovación en IA. A pesar de eso, el logro de DeepSeek amplió el rango de posibilidades para países más allá de Estados Unidos y China al trazar nuevas rutas para sus ambiciones en IA.

Salud por omisión: Es lo que es. Hay lo que hay

Los hospitales

“Es lo que es”, dice una señora a su amiga que fue a visitarla mientras espera. Ellas siguen platicando, no les interesa la oración. Es miércoles 16 de abril y son las dos de la tarde afuera del Hospital General de México. Se abre un paréntesis religioso en medio del caos y la muchedumbre. Sucede una “misa” repentina. Más de cuarenta personas amontonadas sobre la banca con marquesina que está afuera de Urgencias repiten tras una mujer joven: “Por su dolorosa pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero”.

“Este hospital siempre ha acogido a mi familia y hemos pasado situaciones muy difíciles; nosotros podemos entender lo que están pasando y por eso les queremos decir: ‘No están solos’, sus oraciones han sido escuchadas. El Señor jamás desprecia a un alma que sufre, así como están, aunque le han hecho berrinches al Señor y le hayan dicho: ‘¿Y luego? ¿Dónde estás, Dios?’, incluso él así te ama. El Señor te quiere decir que te ama infinitamente y lo que te está pasando no es porque él te esté castigando”.

Las cuadras que rodean al Hospital General de México giran en torno a él: los negocios de las calles aledañas son farmacias, florerías, (demasiadas) funerarias, puestos de comida, venta de ropa quirúrgica y uniformes médicos.

Foucault, cincuenta años después

Escribo esto en medio de una crisis. Estoy rebasada por las gestiones burocráticas que forman gran parte de mi vida laboral académica. Dedico horas a un constante papeleo que reduce el tiempo que, como filósofa, supuestamente debo dedicar a pensar. Procrastino la elaboración de un informe anual de todas las actividades desempeñadas —publicaciones, docencia, tutorías, conferencias—, con documentos probatorios incluidos. Papelito habla. Sin la constancia de participación el sistema no valida la actividad y se corre el riesgo de ser tachada de holgazana. En el vocabulario del rendimiento, esto se considera una falta de aptitud al no alcanzar la producción del año anterior. En la jerga meritocrática, implica un currículo que no será lo suficientemente robusto como para competir por una plaza o un aumento de nivel en la jerárquica estructura institucional. En mi día a día es el riesgo de no poder acceder a los incentivos económicos adicionales a la ya precaria paga.

Estaba en la fastidiosa tarea de renombrar los archivos que debo adjuntar al dichoso informe cuando recibí un mensaje de mi editora recordándome que este año se celebra el 50 aniversario de la publicación de Vigilar y castigar (1975) de Michel Foucault. Cerré la computadora y volví a leer el libro de tapa a tapa. Quiero creer que Foucault estaría contento de saber que decidí hacerme la loca con mis obligaciones, aunque fuera por unos días.

Vigilar y castigar es un libro sobre la transformación del sistema penal en la Francia de los siglos XVII al XIX, que curiosamente me sirvió para darle vueltas a mi crisis. Una crisis laboral que es también existencial y que aqueja hoy a muchas personas dedicadas a la academia, pero también al arte y la cultura.

Para el taller de poesía infantil

En un taller de poesía infantil es un error pedirles a sus integrantes que describan un paisaje en un estilo personal. En mi experiencia el método más productivo es soltarlos, digamos, en una especie de escenario y dejar que escriban el monólogo de su viaje. Lo habitual es que escriben de un modo que resulta más provechoso —para quien escribe y para quien lee— si lo hacen sobre paisajes extraños o extremos que sobre paisajes que conocen bien.

Sembradas de sal estéril

En 1566 los hermanos Ávila fueron condenados a muerte en la Nueva España. Juan Suárez de Peralta, que se halló en sus exequias, afirma haber visto una “cabeza en la picota, atravesado un largo clavo desde la coronilla de ella e hincado, metido por aquel regalado casco, atravesando los sesos y carne delicada”, y cuando pasó por la plaza confiesa que vio las cabezas de estos caballeros “con tantas lágrimas de mis ojos, que no sé yo en vida haber llorado tanto”. Después de la ejecución sembraron de sal sus casas:

      Sus casas, todas soberbias,
      las derriban por estrago
      de la más humilde tierra,
      por ignominia las aran
      y de estéril sal las siembran.

Y se puso una lápida con una inscripción: “Estas casas eran de Alonso de Avila Alvarado vecino desta ciudad de Mexico el qual fue condenado a muerte por traidor; fue secutada en su persona la sentencia en la plaza publica desta ciudad; le mandaron deribar estas casas que fueron las principales de su morada. Año de 1566”. Los dos últimos números aparecían borrados. Esta lápida fue encontrada por don Mariano Yáñez en 1899, cuando compró la casa y la donó al Museo Nacional de Arqueología.

El caso de los hermanos Ávila sonó fuerte en la capital de la Nueva España pero no fueron los únicos ejecutados.

Mesa de noche

Diarios, cartas, memorias

Domingo

Hoy hemos emprendido la última excursión, y viajamos por el sur de Oaxaca hacia la ciudad de Sola de Vega. Haremos la última recolección de plantas en una zona de piedra caliza para ver los helechos calcícolas, amantes de la cal, y otras plantas. Tengo cierto sentimiento de fatiga, por lo menos narrativa, pero mis entusiasmados compañeros desconocen el cansancio, es como si vieran todos estos helechos por primera vez.

Lichtenberg y los libros

~Es difícil que exista en el mundo una mercancía más extraña que los libros. Impresos por gente que no los entiende; vendidos por gente que no los entiende; encuadernados, criticados y leídos por gente que no los entiende, y, lo que es peor, escritos por gente que no los entiende.

~Ha escrito ocho tomos. Sin duda hubiera hecho mejor en plantar ocho árboles o engendrar ocho hijos.

Grabación de sonidos

Tomas de estudio

Imagina que has sido invitado a una casa y te presentas a la hora indicada, pero encuentras la puerta cerrada. Eso fue lo que me sucedió recientemente cuando visité un estudio. Un trabajador está allí de pie, delante de la puerta, pero no se la abre al visitante. Por el contrario, la mantiene firmemente cerrada y no le quita el ojo de encima, negando la entrada a todo el mundo. Y aquí viene el porqué: se está rodando una película sonora.

Lispector: una poética del silencio

Decía que era tan misteriosa que ni ella se en-tendía. Con obstinación intentó pertenecer a este mundo y no pudo o no quiso dejar de ser una extranjera hasta de sí misma. Clarice Lispector nació en 1920 en Tchechelnik, un lugar tan pequeño que no aparece en los mapas. Nació en fuga: sus padres y sus hermanas migraban de Ucrania a Brasil. Acabarían en Río de Janeiro, donde Lispector vivió y escribió la mayor parte de su vida. Murió a los 57 años de cáncer de ovario.

La crítica se ha ido sobre sus novelas más exitosas y ha hecho a un lado libros menos famosos. Es el caso de ¿Dónde estuviste de noche? (1974). Aborda el encuentro con animales exóticos en el transporte público, eventos que se adentran en la brujería y lo fantástico, y el silencio, con toda su inmensidad, su vacío y aristas. “Silencio” es el décimo cuento y se siente como un paréntesis en el libro: es muy corto y en él no pasa nada. Se trata de la noche, de Berna, de la montaña y del silencio que allí impera. No hay personajes pero sí una voz que intenta asir ese silencio: lo estudia, lo clasifica, se relaciona con él. Y de pronto todo se transforma.

El escritor creativo

La obra creativa de la mente se basa en un feliz acuerdo entre lo racional y lo irracional. Por “racional” no me refiero a la lógica lineal del pensamiento pedestre; y por “irracional” no me refiero al vórtice vulgar de instintos más o menos neolíticos. De hecho, la coalición natural entre esa forma inferior de racionalidad y aquellos instintos torpemente enmascarados libra la guerra principal contra la mente creativa y su fusión perfecta de la esencia más pura de la razón con el espíritu más profundo de los sueños. Mi propósito presente es rechazar al invasor y, acto seguido, examinar cómo trabaja la mente en la seguridad arduamente ganada de su propio mundo.