Reconstrucción a voces

María Elena Ferral Hernández
50 años, asesinada el 30 de marzo de 2020 en Papantla, Veracruz

Testimonios

•  María Fernanda de Luna Ferral, hija mayor
•  Juan Olmedo, colega y amigo
•  Luis Alberto Xochihua, colega y exesposo

¿Cómo recuerdas a la persona?

Luis Alberto: No era envidiosa, le gustaba enseñar; a mí me tocó la suerte de tener a esa gran maestra. Ya para entonces era Premio Nacional de Periodismo. Imagínate, para mí fue algo que marcó mi vida porque me sigo dedicando a eso.

Juan: Tuvo un carácter durísimo, era una mujer guerrera, de batalla, muy visceral. Creo que por ser mujer, por ser mamá soltera, ella tuvo que soportar ese carácter que le permitiera estar en una sociedad donde permea el machismo hasta la fecha. Supo abrirse camino.

María Fernanda: Era muy familiar. Quiso haber tenido muchísimos hijos, quería seis hijos, pero nada más me tuvo a mí y a mi hermano. Les daba ese cariño y afecto a los sobrinos y ahijados que tenía. Como periodista, el recuerdo más bonito que tengo con ella fue cuando ganó su Premio Nacional de Periodismo, que se lo otorgó el Club Nacional de Periodistas de México y recuerdo haberla acompañado. Yo le tomé las fotos que guardó de ese momento.

¿Cómo era como periodista?

María Fernanda: Incursionó en periodismo escrito, digital, radio y televisión. No tenía tiempo para nada y quería estudiar otra carrera, por lo que decidió dejar dos de sus trabajos y siguió en prensa escrita. En 2007 fundó Poco antes de la noticia, junto con su expareja; cuando se divorcian, ella le deja el medio a él. De ahí sigue escribiendo en el Diario de Xalapa, nunca dejó de escribir ahí, pero empezó a trabajar en El Heraldo de Poza Rica. También fundamos juntas el medio digital Quinto Poder de Veracruz.

Luis Alberto: Ella misma decía que era periodista de izquierda, que no le gustaba ser oficialista. Eso era lo que distinguía su trabajo, porque te decía las cosas que no le parecían, las escribía. Su columna, “La Polaca Totonaca”, estaba dedicada a cuestiones políticas. Ahí sí se explayaba. Cuando tuvimos un medio propio, ella escribía tal cual lo sentía. Eso le gustaba a la gente.

Juan: Siempre era ella quien marcaba la agenda en el periodismo, era ella la que destapaba las cloacas, la que estudiaba entre las fuentes para poder conseguir información de primera mano. La definieron como la Señora Exclusiva porque tenía datos muy precisos, tenía información de primera mano.

María Fernanda: Tenía una particularidad al escribir sus notas. Había palabras que la identificaban. Tenía una forma muy contundente de decir las cosas y darlas a entender. La última columna, que se llamó “La lucha por el poder, parte uno”, fue en la que ella documentó una serie de asesinatos de la vida política pública de Gutiérrez Zamora y Papantla. Dicen que esta columna fue el motivo por el que la asesinaron.

Billetes falsos

“Recordará usted que se estaba incubando una falsificación en gran escala de billetes y ahora debe estar convencido de ello. Ya lanzaron los de 50 pesos y ahora, muy pronto, pretenderán lanzar los de 20 y 10 pesos”, escribió un informante desde Calexico al Departamento de Investigaciones Confidenciales del Banco de México. En la carta fechada el 4 de julio de 1941, el informante solicitaba incluir a un funcionario del banco, mantener lo más lejos posible a la policía por su indiscreción y, sobre todo, poner cuidado a un “magnífico grabador”, cuyas dotes en el oficio eran explotadas dentro de la banda que, de manera transfronteriza, se dedicaba a circular dólares y pesos mexicanos.

Ese testimonio forma parte del copioso y diverso rastro documental que ha dejado la falsificación de dinero en una historia que, por necesidad, requiere imbricar las dimensiones internacional y local. Fue tanta la relevancia de ese delito que figuraba dentro de los acuerdos promovidos por la Liga de las Naciones, cuya agenda diseñó estrategias para que los países combatieran el dinero falso, el tráfico de drogas, la trata de mujeres y el anarquismo.

Comparados con la criminalidad violenta, los delitos contra el patrimonio de las personas son menos estudiados por los historiadores. Mientras los actos dramáticos capturan la atención pública y académica, los delitos más silenciosos permanecen en segundo plano pese a que dejaron marcas profundas. Dentro de las distintas modalidades de esas prácticas delictivas, había una minoría que necesitaba coordinación y técnicas relativamente depuradas. Entre tales felonías encontramos el fraude o las estafas financieras y, desde luego, la falsificación. Un delito que, además de dañar el patrimonio, lesionaba la fe pública, un bien jurídico tan abstracto como caro para los Estados.

Verdad y memoria
1965-1990

En octubre de 2021 fue creada por decreto presidencial la Comisión para el Acceso a la Verdad, el Esclarecimiento Histórico y el Impulso a la Justicia. Su tarea era investigar las violaciones a los derechos humanos cometidas por el Estado mexicano entre 1965 y 1990.

Ni esclarecimiento ni reparación

Los dos informes del Mecanismo de Esclarecimiento Histórico (MEH) de la Comisión para el Acceso a la Verdad, el Esclarecimiento Histórico y el Impulso a la Justicia (CoVEHJ), Fue el Estado, 1965-1990 y Verdades innegables. Por un México sin impunidad plantean cuestiones éticas, políticas, jurídicas e historiográficas que deberán ser materia de análisis para las víctimas (tanto incluidas como excluidas del informe), los especialistas en la materia y los encargados de diseñar las políticas de derechos humanos en México. Este ensayo se refiere a algunas de las cuestiones que considero más apremiantes.

El decreto para crear la comisión dejaba asentado su carácter presidencial, dependiente del financiamiento del Estado y del trabajo en equipo de diferentes organismos públicos: no se trataba de una comisión de la verdad en estricto sentido —como las de países en América Latina que tuvieron conflictos armados internos—. El presidente Andrés Manuel López Obrador le apostó a una comisión oficial para investigar sólo los años de la Guerra Sucia, de 1965 a 1990. Tal estrategia debió parecerle la más segura e inofensiva, ya que la mayoría de los represores de aquellos años han muerto o son demasiado seniles para ser enviados a la cárcel, por la ley que otorga prisión domiciliaria a las personas mayores de 70 años.

El proceso de selección de los cinco comisionados honorarios estuvo en manos de los colectivos de familiares de desaparecidos y exguerrilleros del periodo de la Guerra Sucia, aunque esto nunca se transparentó. (No se hicieron públicos los puntajes de los postulantes). La Subsecretaría de Derechos Humanos, Población y Migración presumió que se trataba de una comisión formada por las víctimas para las víctimas. Resultaba evidente que el mandato de la CoVEHJ era atender las demandas de esas víctimas en específico, en torno a las cosas que ellas han pugnado por saber desde hace décadas: el destino de los detenidos-desaparecidos, los nombres de los miembros de las corporaciones policiacas y militares responsables de crímenes atroces, y las fuentes de financiamiento de la contrainsurgencia. No obstante, el decreto de la comisión era muy amplio y en ninguna parte propuso el estudio específico de la Guerra Sucia. Así, cualquier tema relacionado con violaciones graves a los derechos humanos entre 1965 y 1990 parecía bienvenido.

Crónica de una injusticia anunciada

Tantos informes.
Tantas preguntas.
—Bertolt Brecht, “Preguntas de un obrero que lee”

Hoy contamos con numerosos y detallados informes y con profundas investigaciones de comisiones de la verdad que identifican a los autores intelectuales y perpetradores de la Guerra Sucia en México. Conocemos a los torturadores y a los asesinos. Entonces, ¿por qué la justicia, como el Godot de Samuel Beckett, nunca llega?

Micaela Cabañas Ayala dio sus primeros pasos en el Campo Militar Número Uno en Ciudad de México. Fue víctima de detención extrajudicial y tortura junto a su madre, Isabel Ayala Nava; llegó a la base militar siendo una recién nacida a finales de 1974. En una ceremonia celebrada en esa base el 22 de junio de 2024, contó su historia ante una audiencia que incluía al presidente Andrés Manuel López Obrador y a altos mandos militares. Su joven madre sufrió tortura y violencia sexual durante “la mal llamada Guerra Sucia”. Pero “ella me defendía”, dijo, cuando los soldados entraban en su celda y le ponían un arma en la cabeza. Querían saber el paradero de su padre, un maestro comunista de una escuela rural que lideraba la guerrilla —“la revolución de los pobres”— en las montañas de Guerrero. Los soldados buscaban a Lucio Cabañas Barrientos.

Micaela aprendió a caminar, hablar y correr como una prisionera infantil dentro de una base militar que funcionaba como centro clandestino de tortura y exterminio. Volvió a ese espacio de terror estatal para testificar, hablar y encarnar un pasado no resuelto, marcado por la impunidad de los torturadores y la falta de justicia para las víctimas.

La guerra contra las drogas 1965-1990

En los últimos meses, el Mecanismo para la Verdad y el Esclarecimiento Histórico publicó sus conclusiones sobre la represión estatal entre 1965 y 1990 en los informes Verdades innegables y Fue el Estado. Por desgracia, ambos documentos tienen el mismo problema: la falta de acceso a los archivos militares que el Estado prometió en un inicio a las personas a cargo de las investigaciones. Más de trescientas solicitudes de entrevistas con personal militar fueron rechazadas.

Esto muestra que el tipo de justicia transicional, que ha dado forma a la política contemporánea en Perú, Chile y Argentina, sigue siendo letra muerta en México. Según Guillermo Trejo, Juan Albarracín y Lucía Tiscornia, este fracaso tiene efectos perniciosos a largo plazo, como la expansión del crimen organizado y la omnipresencia de la impunidad judicial. México, como comenta el historiador Thomas Rath, todavía vive en el “impuniverso”.

A pesar de esa debilidad compartida, los dos informes son muy diferentes. El primero, dirigido por Eugenia Allier Montaño, es un ejercicio cínico de la politización de la memoria. Analiza muy poca información más allá de lo descubierto por la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado de 2006. Afirma que la masacre de Tlatelolco de 1968 fue un “genocidio” independiente. Al hacerlo, crea una jerarquía de violencia de Estado: si Tlatelolco fue un hecho aislado, es posible conmemorarlo y al mismo tiempo olvidar las estructuras estatales que destruyeron (y siguen destruyendo) las vidas de miles de personas más.

La Guerra Sucia: Discrepancias

De la forma: dos no son más que uno

Muchos esperamos que los informes públicos del Mecanismo de Memoria Histórica conduzcan a una discusión renovada, informada, amplia y disciplinada sobre la naturaleza, modalidades y consecuencias políticas y humanas de lo que se conoce como Guerra Sucia. Pero de inmediato surge un asunto espinoso: la obligación del reseñista de denominar en plural un objeto que debió ser sólo uno. El documento Fue el Estado, 1965-1990 lo firman los comisionados Abel Barrera Hernández, David Fernández Dávalos y Carlos A. Pérez Ricart; Verdades innegables. Por un México sin impunidad sólo lo firma Eugenia Allier.

El decreto presidencial que el 6 de octubre de 2021 creó la Comisión para el Acceso a la Verdad, el Esclarecimiento Histórico y el Impulso a la Justicia de las violaciones graves a los derechos humanos cometidas de 1965 a 1990 ordenaba a ésta, en su artículo cuarto, presentar al “Ejecutivo Federal, a las víctimas, sus familiares, a las personas sobrevivientes, un informe final de esclarecimiento histórico de los hechos, procesos, instituciones y responsables que hicieron posible la comisión de graves, sistemáticas y generalizadas violaciones a los derechos humanos por parte del Estado mexicano”. El lector tiene que ser flexible e imaginativo para asumir que dos informes son uno. El lector tiene que ser tolerante para obviar la obligación de la minoría de plegarse a la mayoría de la Comisión. Las diferencias sustanciales se resolvieron de manera colegiada y, en último caso, con el recurso a un voto particular de la minoría en el formato de un informe único. No es un asunto formal: es la enfermedad sectaria de la cultura política haciendo estragos en el trabajo colegiado de una comisión del Estado mexicano. Más aún, es un síntoma de la manera en que una responsabilidad pública languidece en aras de que alguien se salga con la suya.

Un encuentro de gran repercusión en Nueva España (1697)

En los meses de julio y agosto de 1697 el napolitano Giovanni Francesco Gemelli Careri (1651-1725), autor del Giro del Mondo de fines del siglo XVII, visitó en la ciudad de México, capital de Nueva España, al criollo novohispano, profesor de Matemáticas y Astrología de la Real y Pontificia Universidad de México y gran estudioso de las antigüedades mexicanas, Carlos de Sigüenza y Góngora (1645-1700). Los frutos de sus encuentros fueron la publicación, por Gemelli Careri en Nápoles en 1700, de copias de unos catorce grabados hechos con base en copias de pinturas que Sigüenza y Góngora le facilitó. De este “encuentro de gran repercusión” surgieron otros encuentros en otros momentos que avanzaron los estudios de las antigüedades mexicanas. Para la conmemoración del sesquicentenario de las relaciones bilaterales entre México e Italia, me parece oportuno comentar la serie de acontecimientos que marcaron esos avances. Del novohispano Sigüenza y Góngora y su herencia de los papeles del cronista acolhua don Fernando de Alva Ixtlilxóchitl al napolitano Gemelli Careri, seguido por el milanés Lorenzo Boturini Benaducci antes de considerar al criollo novohispano y jesuita exiliado en Bolonia Francisco Xavier Clavijero, llegaremos, como “posdata”, al estudioso prusiano Alexander von Humboldt. Cada uno lee y comenta la obra de los anteriores, asegurando así la continuidad del conocimiento de la civilización antigua mexicana y el paso, en el mundo intelectual y artístico, de la época barroca a la modernidad.

I. El mundo intelectual de Carlos de Sigüenza y Góngora

En su ensayo “La curiosidad barroca” José Lezama Lima declara que Carlos de Sigüenza y Góngora fue “el señor barroco arquetípico”: “En figura y aventura, en conocimiento y disfrute, ni aun en la España de sus días puede encontrarse quien le supere en el arte de disfrutar un paisaje y llenarlo de utensilios artificiales, métricos y voluptuosos”. Ni aun en la España de sus días: el historiador intelectual mexicano Elías Trabulse señala “la apertura a la modernidad en el segundo tercio del siglo XVII en México... que la llevó a recibir, aceptar y difundir muchos de los elementos de la modernidad científica antes de que lo fueran en España” e identificó a Carlos de Sigüenza y Góngora como uno de los más distinguidos iniciadores de aquella tradición científica. Sigüenza ocupó la cátedra de Matemáticas y Astrología de la Real y Pontificia Universidad de México; su estudio de las matemáticas y la astronomía fue “desde el año de 1667, [comenzó] casi muchacho”, esto es, a los 22 años.

Crónica del color

Las relaciones entre el color y la percepción social han sido una constante a lo largo de la historia y revelan cómo cada tono se convierte en un espejo de las dinámicas culturales y sociales que nos rodean. Esta conexión, esencial para desentrañar cómo evolucionan nuestras sociedades, nos invita a explorar el uso, el significado y el simbolismo del color a lo largo de distintas épocas. A medida que la historia avanza colores como el negro, el blanco y el gris adquieren significados diversos y reflejan transformaciones sociales que desafían los conceptos de lo que es elegante y refinado. El blanco, que a menudo se asocia con la pureza, es un ejemplo claro de malentendidos históricos que lo distorsionan. Desde las decisiones erróneas de escultores renacentistas hasta su influencia en la modernidad, al blanco lo moldean contextos con una gran variedad de significados, a veces, incongruentes entre sí.

En contraste, el negro, que alguna vez simbolizó tristeza y opresión, encuentra en la actualidad nuevas dimensiones de resistencia y valores reivindicativos en movimientos sociales contemporáneos. Así, el color se manifiesta no sólo como una elección estética sino como un vehículo cultural que nos invita a reexaminar nuestras nociones de elegancia, poder y libertad, entrelazando en un lienzo compartido historias opresivas y bellas.

La relación entre el color y la humanidad es tan antigua como las civilizaciones mismas. Desde sus primeros pasos, el color ha sido un medio no sólo para embellecer, sino para comunicar e intuir el mundo. A lo largo de la historia su uso refleja avances técnicos y el poder simbólico y cultural que ha acumulado a lo largo de 40 000 años. En las pinturas rupestres del paleolítico el ser humano comenzó a experimentar con el color, utilizando tierra, carbón vegetal y huesos molidos. Los colores derivados del óxido de hierro y otros elementos en la naturaleza se convertían en un lenguaje primordial, un eco de la existencia humana. El color fue mucho más que un recurso estético: se erigió como un puente entre lo tangible y lo simbólico.