POLLY: Hola, Dave, ¿cómo estás?
DAVE: Pues, mi autoestima no anda muy bien hoy. Me siento más bien un inútil. ¿Tú crees que soy un inútil?
POLLY: No, no sé. Sólo trataba de ser amable.
POLLY: Hola, Dave, ¿cómo estás?
DAVE: Pues, mi autoestima no anda muy bien hoy. Me siento más bien un inútil. ¿Tú crees que soy un inútil?
POLLY: No, no sé. Sólo trataba de ser amable.
GÓGOL (al salir de las cortinas se cae sobre el escenario y se queda quieto).
PUSHKIN (sale, se tropieza con Gógol y se cae): Carajo. Puede ser Gógol.
1. El dulce hogar PULIDO, hombre de moralidad, lee a BASILIA, su amantísima esposa, un libro que se titula Los encantos del hogar doméstico, escrito por una cuñada de doña María del Pilar Sinués de Marco. La prole: JUANITO, PEDRITO, LOLITA y MARIQUITA juegan alrededor de los felices padres.
PULIDO.—(Leyendo en voz alta.) “El hogar es el nido de la paz, el templo de la tranquilidad, el amparo contra todas las agitaciones de la vida”.
BASILIA.—(A PULIDO.) ¡Muy bonito! (A JUANITO.) Muchacho, no te metas el dedo en la boca…
Tan consternada con mi futuro inmediato, en una ciudad aún pequeña y tímida, como porque mis hermanos y mis primos tenían el derecho, que yo también quise adquirir, de buscar universidad en el extranjero —¿qué más extranjero, entonces, que la Ciudad de México?—, vine a este ombligo de nuestro país movida por mi hermana y mi prima, más decididas que yo a dejar la presencia cercana de los volcanes y los novios predecibles. Podíamos haber esperado a casarnos con buenas personas que estarían dispuestas a hacerse cargo de nosotras pero, para bien, habíamos aprendido del aire de equidad y desenfado familiar que teníamos destrezas como para jugar a la vida en cualquier parte. Depender de otro hasta para comprarse los calzones no era nuestra mejor opción. Entramos a estudiar en la Ibero. Alis, Ingeniería; Verónica, Ciencias y Técnicas de la Información; yo, Sociología porque por indecisa no hice a tiempo el primer examen de admisión y para cuando lo pasé ya no había lugar donde me hubiera gustado más. Nunca estuve cómoda en aquellas clases; sin embargo fui puntual y puse atención hasta que conocí a mi vecina de cuarto en la residencia. Yo era, como ahora, alguien proclive a contarle sus dudas a quien se ponía cerca, y esa muchacha de pelo negro, largo y grueso estudiaba medicina en la UNAM. “¿Me llevas a verla?”, le pregunté.
Cuando una sociedad se corrompe, decía Octavio Paz en Posdata, lo primero que se gangrena es el lenguaje. Por eso el cuidado de la ciudad empezaba con el cuidado o, tal vez, por la recuperación de las palabras. No identifico a nadie que haya hecho aportes más importantes a la higiene de nuestro vocabulario político en los últimos cien años que Giovanni Sartori. La militancia de su cátedra parte de la convicción de que los demagogos y los déspotas se valen de la confusión. Uno de sus libros tiene, de hecho, forma de diccionario y podría decirse que toda su obra es un glosario. Sus definiciones resultan, para el México de hoy, veredictos inapelables de la reversión autoritaria.
Es imposible elegir un pasaje de La Odisea más bello y rico en significados que los demás. A mí, el que me ha acompañado más de cerca a lo largo de los años es uno en apariencia trivial. El momento en que Argos, el perro que Ulises dejó cuando era apenas un cachorro, reconoce a su amo que llega disfrazado de mendigo veinte años después. Son apenas treinta versos, en el Canto XVII, pero condensan a la perfección el asunto principal de los siete cantos finales de La Odisea: el arduo trabajo de recuperar, después de una vida de guerras, viajes y proezas, la identidad que uno dejó atrás, probar que de algún modo se sigue siendo la misma persona.
Acaso nuestra transición a la democracia fue algo más, y fue otra cosa. A veces se ve mejor de lejos. En todo caso, se ven cosas distintas. Según Marcel Gauchet (leo El nudo democrático), el auge de la protesta “populista” no es una patología marginal, sino indicio de la apertura de un nuevo ciclo histórico. Sigo su argumento.
El 30 de octubre la Cámara de Diputados aprobó modificaciones a los artículos 105 y 107 de la Constitución con 343 votos a favor y 129 en contra. Al día siguiente los obsecuentes congresos estatales oficialistas las ratificaron. A partir de ahora las reformas constitucionales no podrán ser impugnadas e invalidadas por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). La SCJN no es ya el guardián de la Constitución. Pocas veces en la historia del país se había visto un atentado tan claro al principio fundacional de la separación de poderes que se encuentra en nuestros textos constitucionales desde 1824.
Dice el Larousse que frustrar es “privar a uno de lo que esperaba”. Uno se puede frustrar por muy distintas causas. Pero la intensidad de la frustración —de la que el diccionario no habla— es lo que intenta ilustrar esta nota.
Al concluir la décima jornada del campeonato de futbol mexicano que acaba de terminar, el Necaxa se encontraba en el lugar undécimo a sólo un punto del décimo. Y como se sabe, la generosidad de la Federación Mexicana de Futbol es mucha: pasan directamente a cuartos de final los seis primeros lugares, pero los que quedan entre el 7 y el 10, juegan un llamado play-in del que salen otros dos equipos que completan los ocho finalistas.
Hace dos años empecé a trabajar con reporteros de nota roja en Ciudad de México y pensaba que entre más contactos y vínculos tuviera con una comunidad, más seguro sería mi trabajo.
Me equivoqué: sobre la vida en comunidad y sobre el trabajo de los periodistas. Como los siguientes testimonios sostienen, hay algo insondable y letal en el corazón de esta vida colectiva. Además de periodistas, María Elena Ferral, Marco Aurelio Ramírez e Israel Vázquez eran ejemplos de participación comunitaria. Eso no les protegió. Al contrario, figuró como causa de los tres asesinatos. Sus casos sugieren una realidad sombría: entre más se participe en la vida de la gente cercana, más expuesto se está a la posibilidad de una muerte violenta.