La escritora surcoreana Han Kang (Gwangju,1970) fue galardonada con el Premio Nobel de Literatura en 2024 y las traducciones al español de pronto estuvieron disponibles. El paréntesis decembrino fue ideal para leerla y reflexionar. La vegetariana narra en tres partes la historia de una mujer vista desde diferentes ángulos que describen sus relaciones con otras personas.
El primer segmento hecho por un narrador testigo es la parte magistral de la historia, ya que a través de su discurso se transparenta el machismo y la misoginia del personaje que narra. ¿Representa la personalidad y la educación del hombre oriental? Se casa con ella porque a su parecer es una persona “mediana”; no destaca en nada, ni en belleza ni en prestancia ni en intelectualidad. Lo hace sentir “a sus anchas”. Además, era callada. Era obediente y sus labores de esposa las llevaba a cabo de modo impecable.
Sin embargo, ya percibía en ella una traza de rebelde inquietante para él: a la mujer no le gustaba usar sujetador.
De un día para otro y sin la menor advertencia un sueño la impulsa a volverse vegetariana o, más correctamente, vegana. Un sueño sangriento, un espectáculo de carne destazada donde ella es cómplice al desgarrar con sus dientes la carne cruda.
En una comida con sus jefes el marido se siente humillado por su actitud. La mujer cada vez come menos y no duerme, está en los huesos. El hombre pide ayuda y su familia política tampoco logra que entre en razón. Las cosas empeoran, no tienen relaciones sexuales a menos que el hombre la fuerce. Vivir con ella, según el marido, es como vivir con una empleada doméstica.
En sus sueños quiere matar a las palomas, al gato del vecino. Matar a alguien. Hay el horror de saber que en el fondo somos asesinos, se cuestiona a la humanidad entera: ¿Acaso las manos, los pies, los dientes, e incluso la lengua y la mirada no son armas con las que se puede matar y herir a cualquiera? Sólo los pechos no, símbolo de maternidad y nutrición.
En una comida tratan de forzar a Yeonghye a comer carne. Toda la familia está indignada, pero más los varones. Ante su rechazo el padre la abofetea y ella se corta las venas de la muñeca.
En la segunda parte Yeonghye se vuelve el objeto de deseo del marido de su hermana, obsesionado en retratar su mancha mongólica. Ella acepta, se desnuda, acaba haciendo el amor con el cuñado. ¿Libertad, ingenuidad o locura? La hermana los descubre y la manda a un hospital psiquiátrico.
En la tercera narración la hermana se enfrenta a sus propios demonios y al hecho de que a Yeonghye le diagnostican anorexia y esquizofrenia. La hermana recuerda que el padre las golpeaba, especialmente a Yeonghye. En su rechazo a la comida hay una pulsión de muerte. Una delgada línea entre la razón y la locura, y en esto me recuerda a Kawabata. Quién está más enfermo: el sujeto normal que vive con holgura en la sociedad o el internado en el psiquiátrico al que se le considera perdido. ¿No es acaso la rebeldía extrema de Yeonghye de no querer carne la cordura más grande? ¿Acaso su suicidio no es válido? ¿Es locura sentirse como un árbol y sólo querer vivir en el bosque con la luz del sol?
Deja sin aliento esta manera de Han Kang de describir cómo se derrumban las vidas humanas. Su comienzo en un ámbito de violencia paternal. Resultado, la depresión, los impulsos suicidas. Y el dominio de Tánatos.
Hay en sus páginas una crítica ácida no sólo al machismo en los países asiáticos sino obviamente al sistema patriarcal que nos afecta a todos. Pero dicho de una manera tan sutil, tan simple al parecer y, a la vez, tan compleja.